miércoles, 30 de diciembre de 2009

El nuevo año

Me gustaría desearos a todas y todos los que entráis en mi Margen Izquierda lo mejor para el nuevo año. Ojalá que sea un año abundante en cultura, que haya montones de buenas novelas, de versos y poemas electrizantes, de canciones que nos hagan sentirnos vivos, de películas que nos devuelvan la esperanza. Ojalá que seamos capaces de enfrentarnos a la injusticia social, que combatamos a muerte la insolidaridad, la pobreza y la estupidez; que denunciemos a los corruptos y levantemos nuestra voz contra todo lo que degrada al ser humano. Ojalá que sigan existiendo miradas que nos conmuevan, labios que nos apasionen, caricias que nos subyuguen. Que cada uno busque sus razones para seguir adelante, porque como cantaba Billy Bragg, "la lucha continúa". Salud y todo lo mejor para 2010.

martes, 29 de diciembre de 2009

Los escritores ingleses y la II República Española: John Conford (II y última parte)

John Cornford era apenas un muchacho de veinte años cuando llegó a España dispuesto a combatir el fascismo hasta el último aliento. Pero a pesar de su juventud ya había escrito un puñado de poemas hermosos, sinceros y valientes en los cuales dejaba patente sus simpatías comunistas. Había nacido el día 27 de diciembre de 1915, en plena Primera Guerra Mundial, en la ciudad universitaria de Cambridge, en el seno de una familia de marcado carácter intelectual y progresista. No olvidemos que John era bisnieto por línea materna del científico Charles Darwin. Pronto se traslada a vivir a Londres donde comienza a estudiar Economía, estudios que nunca terminaría debido a que en esta época comienza su fuerte compromiso político. Con diecisiete años se afilia al Partido Comunista Británico, y desde ese momento su vida y su lucha revolucionaria parecen converger en un mismo punto. En 1933 publica un artículo titulado “Left?” (“¿Izquierda?”) en la revista Cambridge Review, en el que, en palabras de Víctor Pardo Lancina “arremete contra los representantes literarios de la burguesía, la ausencia de compromiso social y el capitalismo rampante: Eliot, Pound, Lawrence e incluso Joyce. Para Cornford la auténtica pulsión poética palpitaba en los versos de W.H. Auden.”

El hispanista Ian Gibson nos habla de los últimos meses de vida de Cornoford con estas palabras:

Cuando empezó la guerra española el joven poeta estaba de vacaciones en Francia. No dudó un momento. Cruzó la frontera el 8 de agosto y fue tal vez el primer británico en unirse a las fuerzas republicanas. Tras unos días en Barcelona marchó a Aragón con las milicias del POUM. Luego, después de reclutar para la causa a un grupo de amigos en Inglaterra, estuvo en la defensa de Madrid. Y, acto final, el 28 de diciembre: su encuentro con la muerte -acaecida al día siguiente de cumplir los veintiún años- en Lopera (Jaén).

Unos pocos días antes había dedicado un conmovedor poema a, en palabras de Víctor Pardo “la gran pasión de su vida, Margot Heinemann, comunista como él, profesora y escritora con la que mantiene una muy
interesante correspondencia durante su estancia en España, y depositaria de su diario personal”:

A Margot Heinemann


Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado.
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.

(Traducción de José Agustín Goytisolo)


Un crítico ha escrito sobre su obra poética: “En su poesía nos demuestra que, para él, el comunismo significaba liberación social, política y económica. Constituía también una liberación personal: sexual, emocional y ética. Para ello era necesario romper con la moral burguesa que se escudaba en la evasión, la ambigüedad y el engaño. Su poesía es el producto de su fe política y de sus propias tensiones personales, sus versos nos revelan un esfuerzo tremendo por conciliar sus convicciones políticas con su peculiar visión estética sobre la vida y las relaciones humanas.”
Entre sus poemas más significativos hay que destacar "Poema triste", "Mantened la cultura lejos de Cambridge", "Luna llena en Tierz: Antes de la toma de Huesca" y "Carta desde Aragón". Existe una colección (editada por Pat Sloan) titulada John Cornford: A Memoir (London: Jonathan Cape, 1938) donde se reúnen la mayor parte de sus escritos.

Me gustaría acabar este pequeño homenaje con estos versos que el poeta José Ángel Valente dedicó a la memoria John Cornford:

JOHN CORNFORD, veintiún años
ametrallados sobre el aire
en que han nacido estas palabras.



lunes, 28 de diciembre de 2009

Los escritores ingleses y la II República Española: Ralph Fox

Durante la Guerra Civil española numerosos intelectuales de todo el mundo mostraron su apoyo a la causa de la República Española y de su gobierno legítimo, es decir, se posicionaron abiertamente por la democracia y la libertad, contra el fascismo y su poder dictatorial que ya se había apoderado impunemente de Alemania e Italia y amenazaba con instaurarse en otros países europeos. Así, artistas como Virginia Woolf, Ernest Hemingway, John Dos Passos, André Malraux, Langston Hughes, Gustav Regler, Ludwing Renn, Mata Zalka, Alejo Carpentier, Charles Chaplin, Clark Gable, Marlene Dietrich, Bette Davis, Paul Robeson, Charles Laughton o W. H. Auden no disimulan con que bando están sus preferencias ideológicas.
No obstante, hubo otros ejemplos de personalidades menos famosas. Queremos recordar, en estos días en que se cumple el septuagésimo primer aniversario de su heroica muerte, a dos de estos personajes: Ralph Fox y John Conford.
Carlos Benítez Villodres en un artículo titulado “Homenaje en Londres a cuatro escritores” con el cual rinde su particular tributo a cuatro escritores que lucharon en la contienda española del lado republicano, nos ofrece esta semblanza biográfica de la figura de Ralph Fox:

Ralph Fox nació en 1900 en Halifax (Reino Unido). Fue comisario político adjunto del 121 batallón, XIV Brigada Internacional, historiador y crítico literario, aunque sus escritos con una gran carga social, se extendieron también al campo de la teoría política, la novela o el periodismo.
Su niñez transcurrió sin cambios aparentes ya que perteneció a una familia acomodada que le proporcionó una sólida educación, que él finalizaría en la Universidad de Oxford. Desde joven mostró su inclinación general por las letras. En 1920 a raíz de un viaje que realiza a una de las zonas más desfavorecidas de la Unión Soviética, su proyección futura como escritor y como hombre de acción quedaría marcada definitivamente.
Sus escritos como novelista, periodista, historiador, crítico literario, de teoría política, tuvieron en todo momento un fuerte acento social. Fue miembro de la Asociación Internacional de Escritores y participó en numerosos congresos internacionales celebrados en diferentes países europeos.
En el verano de 1936 se enrola en las Brigadas Internacionales con sede en Paris, y a finales de ese mismo año viaja a España para luchar en la guerra civil al frente del bando republicano, ya que estaba plenamente convencido, como otros muchos intelectuales de su época, de que el triunfo del fascismo supondría el fin de la libertad de pensamiento y de la literatura. El fascismo era considerado en su círculo como el destructor de la cultura, y ante esta situación no le quedó más remedio que intentar frenar su avance, que la mayoría situaba en España.
Ralph Fox murió, como ya he reseñado, durante la jornada del 27 de diciembre de 1936 cuando intentaba conquistar vía tierra el conocido por los loperanos como Cerro del Calvario y cuando contaba tan sólo con 36 años de edad. La muerte de Fox fue enviada desde Madrid el 11 de enero de 1937 por la Internacional Press Correspondence y en la misma se expone el destacado papel y la enorme valía mostrada por Fox en el frente de Lopera y la circunstancia de que durante la noche un soldado de su compañía se arrastró sigilosamente para recuperar sus pertenencias personales, y halló en sus bolsillos su cuaderno personal de notas y una carta dirigida a él. En el informe se expone que fue materialmente imposible recuperar su cuerpo por razones estrictamente militares. De este envío de Madrid a Londres surgió, para los historiadores, la falsa hipótesis que Fox murió en la batalla de Madrid.

Entre sus principales obras (Fox cultivó diversos géneros, tales como el ensayo político, la crítica literaria, la novela, etc., pero siempre desde su óptica marxista) destacan libros como Captain Youth, People of the Steppes, Storming Heaven, Lenin: A biography, Frances faces the future, Portugal now, Genghis Khan o This was their youth. Escribiría también para el diario británico Daily Worker y fundaría las revistas Left Review y New Writing. Pero sin duda, su obra más importante fue The Novel and the People (London: Lawrence & Wishart, 1937). Con ella se convierte en el teórico más importante del mundillo intelectual inglés de corte marxista en la década de los '30. Por sus páginas, aparecen discusiones sobre la estética poética, se habla de la poesía de Auden o Spender, y, en definitiva, se busca un cambio radical y una nueva dimensión del arte poético. Fox piensa que es necesaria una poesía que se mueva dentro de unos planteamientos literarios alejados de la moral burguesa. Como ha señalado un crítico, “Fox demuestra con este estudio que es inteligente, incluso sofisticado en su análisis. En su defensa de un realismo de corte socialista se muestra contrario a las influencias de Freud y Joyce, aunque logra evitar posicionamientos doctrinarios.”








domingo, 27 de diciembre de 2009

El cuaderno rojo

Había preparado café, bien cargado, como a ella realmente le gustaba. Sirvió una taza grande, de color verde y le añadió un poco de leche desnatada. Nada de azúcar. Hacía más de veinte años que siempre tomaba el café sin azúcar, experimentado una sensación extraña en el primer sorbo, para luego paladearlo lentamente, sorbito a sorbito. Hacía unos minutos que se había dado una ducha caliente y llevaba puesto un pijama de color naranja sobre las braguitas y el sujetador de color negro. Se descalzó y después se sentó en el sofá y tomó el bolígrafo entre sus dedos. Abrió el cuaderno rojo. Empezó a escribir: "¿Qué música sonaba el último día? Yo sólo escuchaba su respiración entrecortada y profunda, sus suspiros, sus susurros, el palpitar de su corazón cuando apoyaba mi cabeza sobre su pecho, las gotas de lluvia sobre los cristales." Se detuvo un instante y bebió un pequeño sorbo de café. Releyó las frases que acababa de anotar. Sí. Le gustaban. Continuó escribiendo: "Ahora sé por qué nunca hago el amor con música. Me distrae para oír sus sentimientos, para oler el sudor de su piel, para sentir el recorrido de sus manos." Lo releyó todo otra vez. Se sentía extraña escribiendo aquello. Tomó entre sus manos la taza y volvió a beber. Sintió la misma extraña emoción que sentía últimamente cada vez que pensaba en aquel hombre, en sus ojos, en sus tonterías, en el movimiento de sus manos. Y escribió una última frase antes de cerrar el cuaderno rojo y apurar de un solo trago la taza de café: "La vida está hecha de pequeñas transgresiones."

sábado, 26 de diciembre de 2009

Algunas noches...

Algunas noches me descubro aullando a la luna.
En el pueblo se organizan batidas
y cuadrillas de hombres salen en mi busca,
armados hasta los dientes, para darme caza.
Yo, como una sombra, me oculto entre los árboles.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Su piel

Su piel,
como fuego ardiente,
como escarcha fría,
dulce y mortal.
Heroína pura.

martes, 22 de diciembre de 2009

Frío

Hoy,
aquí,
al sur del Sur,
cuando la temperatura
roza los cero
grados centígrados,
y ha llovido todo el día,
me he acordado de ti,
de tus manos cálidas
jugando
en mi espalda,
de tus uñas febriles
dibujando
una serpiente roja
en mi piel,
de tus ojos negros
desnudos
de cintura para arriba,
del olor a fruta fresca
de tu cuerpo,
del sabor adictivo
de tus besos.
Y he arrancado a sudar.

(De Versos de alambre de espino, Editorial Alhulia, 2009)

lunes, 21 de diciembre de 2009

Veinte años con los Simpsons

El pasado día 17 de diciembre la serie de animación Los Simpsons cumplió veinte años. Fue un 17 de diciembre pero de 1989, cuando la cadena estadounidense Fox emitía por primera vez un capitulo de esta familia disfuncional americana. En nuestro país, si la memoria no me falla, los primeros capítulos pudimos verlos a principios de 1991. Los emitían en la 2 y a las once de la noche, dentro de algún programa de esos que nadie recuerda. En cambio, las aventuras y desventuras de Homer, Bart, Lisa, Marge y la pequeña Maggie, han resistido durante dos décadas, que se dice pronto. Más de cuatro cientos capítulos, cientos y cientos de personajes invitados han pasado por la serie, desde científicos a poetas, pasando por músicos, deportistas, actores y actrices, e incluso presidentes de los iuneitidsteits. Durante todo este tiempo, otras series magníficas han llegado y se han ido, como Friends, Los Soprano, Futurama (también creada por Matt Groening), pero los Simpsons han resistido, al pie del cañón, siempre en vanguardia. Algunos de estos capítulos son sencillamente gloriosos, de lo mejor que se ha creado en ficción televisiva. Bien es cierto que en las últimas temporadas el nivel no es tan alto como al principio, pero joder, siguen estando mucho mejor que cualquier otra serie que se tercie. Así que esperemos que duren otros cuantos años más y nos hagan pasar ratos tan divertidos como los que hemos tenido hasta ahora. Larga vida a los Simpsons.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cuando Patricia Highsmith se llamó Claire Morgan

En 1952, una novela titulada El precio de la sal llegó a las librerías estadounidenses. La firmaba una autora completamente desconocida: Claire Morgan. El libro narraba una historia de amor entre dos mujeres, una chica joven, llamada Therese, y una mujer no mucho mayor que ella, pero casada, cuyo nombre era Carol. Lo insólito del argumento no radicaba en que el libro tratase el amor lésbico, sino en el final del libro. Por primera vez en la literatura norteamericana (y probablemente en la de cualquier otro país) un libro en el que una mujer se enamora de otra mujer termina de manera esperanzadora, positiva, incluso feliz. Y es que hasta la publicación de este libro, en la narrativa mundial, la homosexualidad era un tremendo tabú, y los personajes homosexuales no podían aparecer como personas felices, con éxito en su vida laboral y personal, sino como desgraciados, enfermos mentales, futuros suicidas o simplemente depravados. Así que ya podemos imaginar el cambio tan radical que supuso la aparición de esta novela a la hora de enfrentarse a la homosexualidad en la literatura.
Durante un tiempo, el libro, cuya primera edición había sido en tapa dura, obtuvo algunas críticas “serias y respetables” pero unas ventas discretas. Sin embargo, un año después, cuando se hizo una edición de bolsillo, las ventas se dispararon, llegando a la nada despreciable cifra de un millón de ejemplares vendidos y se supone que muchos más lectores. La pequeña editorial que lo había lanzado, The Naiad Press, empezó a recibir cientos de cartas dirigidas a Claire Morgan, en las que el público expresaba su sentir hacía la historia de amor entre Therese y Carol. Muchas de estas cartas eran auténticos gritos de desesperación por parte de personas solitarias, atrapadas en pequeñas poblaciones donde ser homosexual o lesbiana era visto como el peor de los castigos.
Treinta y dos años después, es decir, en 1984, El precio de la sal fue reeditada, pero esta vez con un título distinto: Carol. La sorpresa vino cuando, en vez de Claire Morgan, el libro venía firmado por Patricia Highsmith, en ese momento, una escritora consagrada de novela negrocriminal y lesbiana militante. La nueva edición venía precedida por un prólogo de la propia autora, explicando las razones que la llevaron a escribir una novela como Carol y a publicarla bajo pseudónimo. Esa novela está traducida a nuestro idioma (Traducción de Isabel Núñez y José Aguirre), y publicada en la magnífica colección Compactos de Anagrama (nº 144). Y es altamente recomendable.

sábado, 19 de diciembre de 2009

He llegado...

He llegado a tu vida para hecerte feliz, le dijo el chico mirándola a los ojos. He llegado a tu vida para hacerte feliz, repitió. Ella sonrió y apuró su copa de un trago.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Las olas

Las olas empaparon mis botas, mis calcetines, los bajos de mi pantalón. No consiguieron borrar las ganas de verte. Un perro, a lo lejos, empezó a ladrarme. Creo que el hijoputa se reía de mí. Varios autobuses se detuvieron en el paseo marítimo. Se bajaron varios grupos de turistas japoneses, con sus cámaras fotográficas último modelo y/o sus cámaras de vídeo. Ahora soy el chico más triste de las televisiones de Japón. Yo y mis botas mojadas por el agua salada de las olas.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Todo el infortunio....

El filósofo, científico, matemático y escritor francés Blaise Pascal (1623-1662) dejó escrito: "Todo el infortunio del hombre procede de una sola cosa, de no saber estarse tranquilamente en su habitación."

viernes, 11 de diciembre de 2009

Dirección prohibida

Últimamente, con demasiada frecuencia, me asalta la extraña sensación de que voy conduciendo mi coche a toda hostia por una autopista desconocida y además en dirección prohibida.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Autostop

Esta mañana,
mientras conducía, despacio, hacia el trabajo,
he visto a una chica despampanante
que hacía autostop en el arcén.
Era alta,
una gran melena oscura y rizada caía sobre su espalda,
ojos negros, brillantes como estrellas fugaces,
largas piernas enfundadas en medias de malla,
cuerpo de estatua griega.
Perfección geométrica.
Al pasar junto a ella
no he podido evitar detenerme.
He abierto la puerta derecha de mi coche
y he puesto la mejor de mis sonrisas.
Le he preguntado a dónde se dirigía
y después la he invitado a subir.
Ella
se ha sentado en el asiento del acompañante
y mirándome a los ojos se ha presentado:
Hola, me llamo Tristeza. Eso ha dicho.
Bienvenida a mi mundo, Tristeza, he contestado,
sosteniéndole la mirada.
Y nos hemos ido juntos.

martes, 8 de diciembre de 2009

El hombre luce una inquietante sonrisa (II)

El hombre luce una inquietante sonrisa. Va afeitado con pulcritud. De su oreja derecha cuelga un pequeño aro dorado. Viste con elegancia. Se mira en el espejo y reconoce en él a un hombre satisfecho consigo mismo, un hombre capaz de conseguir cualquier cosa que se proponga. El hombre de la sonrisa inquietante está a punto de salir a la calle a matar a otro hombre. No es nada personal. No tiene nada contra él. Ni siquiera lo conoce. Es, simplemente, un encargo más. El hombre de la sonrisa inquietante se gana la vida matando a otras personas. Es un asesino a sueldo. Pero no uno del montón. Él es el mejor.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Tres deseos

Un beso de tu boca.

Un beso de tus labios.

Un beso de tu lengua.

Después,
sólo humo,
humo gris
que se desvanece en la tarde.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Presentación en Córdoba de "Versos de alambre de espino"

El próximo vienes, 11 de diciembre de 2009, tendrá lugar la presentación de mis Versos de alambre de espino, en la ciudad de Córdoba. El sitio elegido es el "Espacio social y cultural al borde", que está en la calle Conde de Cárdenas, 3. Empezaremos sobre las ocho de la tarde y la presentación correrá a cargo de mi amiga Emiliana Rubio. Después nos tomaremos unas cervecillas o una copilla de vino. Ya sabes, si te pilla por Córdoba y te interesa la poesía o simplemente te apetece pasarte por allí, estás invitada o invitado, tanto da.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Reseña de Versos de alambre de espino en el diario Granada Hoy

En la edición de hoy, 3 de diciembre de 2009, del diario Granada Hoy, aparece esta reseña que el poeta Rafael Espejo dedica a mi poemario Versos de alambre de espino.

Radiografías de temporada

Rafael Calero presenta 'Versos de alambre de espino', donde reconoce la devoción explícita a Lorca, Pavese o Bukowski

Rafael Espejo / Granada |
zoom

Rafael Calero.

A partir del siglo XX, con el boom demográfico y democrático de las sociedades, las líneas paralelas de lo culto y lo popular han engrosado tanto que por fuerza se tocan en algunos puntos, intentaré explicarme. Si por un lado el aperturismo informativo está aniquilando el valor del conocimiento, el acceso a la educación ha invertido la pirámide de analfabetismo global; si por un lado las tradiciones ya no son unívocas (ni por géneros, ni por naciones ni por épocas), ese mismo eclecticismo está borrando las huellas de la identidades colectivas en favor de las individuales: los grupos ahora están compuestos de una suma de unidades.

Y esto, en el caso que nos ocupa, se traduce en una multiplicidad de voces tal que hoy resulta imposible distinguir una poesía genuinamente española, o americana, o francesa. Y no sólo porque entre ellas, repito, prime más un espíritu de época que una idiosincrasia cultural, sino porque incluso dentro de cada rótulo habría que distinguir casi tantos epígrafes como autores. Ya digo, cada cual se va modulando su propia multitradición a partir de la cultura que consume.

La última entrega de Rafael Calero Palma, presentada hace unas semanas en Granada, es un ejemplo claro de libro hijo de su tiempo: desestructurado, elíptico, comprometido. Y, claro, mestizo: en sus poemas reconoce explícitamente la devoción a autores tan dispares como Lorca, Carver, Alberti, Umbral, Pavese, Bukowski, Miguel Hernández, Kerouac; asoman músicos como Neil Young, Elvis, Tom Waits, Mozart, Bob Dylan, Kurt Cobain o Fito Páez; cineastas (Coppola, Jessica Lange, Jack Nicholson), personajes de ficción (James Bond, don Quijote), personajes históricos (Judas Iscariote), pintores (Picasso), etc. Digamos que el poemario viene rabioso de modernidad. Y si sus palabras quieren tomar el pulso a lo inmediato lo hacen en línea recta, sin merodeos, en un descarado tú a tú: referencias deportivas (el Barça, Roland Garros), histriónicas citas de Pedro Solbes o de Ana Blanco (presentadora del telediario), líricas denuncias a los contratos basura, etc. El culturalismo de esas referencias junto a lo políticamente incorrecto de su idioma. Lo popular y lo culto, como decía al principio.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Es bueno ser malo y es malo ser bueno


Si el nombre de Malcom McLaren pasa a la historia es, sin duda, por ser considerado el inventor de movimiento punk. Tradicionalmente se le ha atribuido la paternidad de dicho movimiento juvenil de carácter nihilista y destructivo. No obstante, si hemos de ser rigurosos con la Historia, está claro que McLaren no inventó el punk como estilo musical, pues sus orígenes se pueden rastrear en los grupos de garaje norteamericanos de los años sesenta, así como en figuras más o menos underground de los Estados Unidos e Inglaterra: Patty Smith, Lou Reed, Iggy Pop, David Bowie, Alice Cooper y otros muchos más. En palabras de Diego Manrique, Malcom McLaren es un personaje digno de Charles Dickens. De los malos, malísimos, añado yo. Y es que el tipo en cuestión ha sido a lo largo de toda su vida un genio de la palabrería, un mago del funambulismo empresarial, un virtuoso del abracadabra, pata de cabra, me saco de la manga a un grupo de rock y me hago millonario epatando a la biempensante sociedad británica de la década de los setenta. Y eso lo demuestra el hecho de que fuera capaz de inventarse todo un entramado artístico-comercial alrededor de unos tipos sin dos dedos de frente. Me refiero, ladies and gentlemen, como no, a los Sex Pistols. Nunca un grupo de rock ha llegado tan lejos con tan poco que ofrecer. Tan solo grabaron un disco durante su corta pero intensa vida. Pero su legado, tanto artístico como comercial, se ha multiplicado hasta límites insospechados.
Cuentan las crónicas que su abuela materna, Rose Isaacs, judía de origen sefardita, le dijo en cierta ocasión: “Es bueno ser malo y es malo ser bueno” y al chiquillo se le quedó aquello grabado a fuego en el alma. A partir de aquel día vivió siempre bajo la influencia de ese epitafio. Desde su tienda londinense Sex, dedicada a la venta de ropa de tendencia sadomaso, orquestó, dirigió y llevó a buen puerto toda una operación de acoso y derribo al sistema operativo británico, y por ende, al resto de occidente. Llevando a la práctica las teorías del movimiento situacionista, esto es, la provocación hasta límites insospechados y la confrontación como arma de destrucción masiva, fue, durante unos meses, el tipo más famoso de su país, pero también el más odiado, el hombre al que ninguna mujer querría tener como novio de su hija. McLaren dirigió la breve carrera de los Pistols, inventando toda la parafernalia estética del movimiento punk, léase, crestas de colores, camisetas con letreros del tipo “te odio” o “jódete”, imperdibles en las orejas, pantalones agujereados, escupitajos desde y hacia el escenario, y canciones repletas de ruido, mucho ruido, cantidades ingentes de ruido, capaces de transmitir toda la rabia, toda la frustración, toda la mala leche de una juventud, la británica de finales de los setenta, cuyo lema, de camino, también inventó Malcom McLaren: “no future”. Y es que en 1977, el futuro no estaba nada claro. Aunque McLaren ya lo intuía. ¡Qué genio, el cabronazo!

lunes, 30 de noviembre de 2009

He de hallar...

He de hallar el modo de desengancharme.
Soy consciente de mi fragilidad.
Y de su fuerza.
He de olvidarla.
Cueste lo que cueste.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Yonqui

Lo admito.
Sin reservas.
Soy un yonqui.
No puedo vivir
sin tu dulce sabor.
Te necesito
como al aire
que respiro.
Si no te tengo,
me pongo nervioso,
siento unos terribles espasmos,
sudo y vomito.
Y entro en estado febril.
Debo salir a buscarte,
dondequiera que estés.
Cuando por fin te consigo,
me tranquilizo.
Y pasa el malestar.
Te toco y todo es distinto.
Te siento y me transformo
en otro ser.
Soy adicto a ti.
Es terrible.
Ser un yonqui de tu amor.


Este poema está incluido en mi primer libro de poemas, Los Poemas del frío (Ediciones Osuna, 2000).

martes, 24 de noviembre de 2009

Capitanes a los quince

Capitanes de quince años que fuimos
para ser ahora dos desconocidos

Golpes Bajos
También nosotros fuimos capitanes a los quince,
intentando tomar al abordaje las naves de la felicidad.
Libertad absoluta en los interminables días
de un caluroso verano. Juegos y peleas,
bicicletas por el campo, y sobre todas las cosas,
nuestra amistad. En aquella época
en la que despertábamos de un invernal letargo,
vivir era para nosotros un mágico juego iniciático.
Nuestros sentidos permanecían atentos
a cada novedad, pues desperdiciar siquiera,
un átomo de vida, suponía un acto de alta traición
hacia nosotros mismos. Nada había más importante
que la conexión invisible que nos unía.
Nadie podía interponerse entre tú y yo,
porque significábamos todo.
Juntos aprendimos a defendernos de los males
que acechaban en la noche oscura.
Y juntos comprendimos que la memoria
de la niñez también lleva impresa
una fatídica fecha de caducidad.

Este poema está incluido en mi libro Desorden publicado en una edición no venal en el año 2002 por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Salobreña. Este libro es completamente inencontrable.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La vida al límite

El sábado estuve en el cine viendo Celda 211, la nueva película del director Daniel Monzón, interpretada por Luis Tosar, Alberto Ammann y Antonio Resines, entre otros. Si mal no recuerdo, esta es la tercera película que dirige Monzón, después de El corazón del guerrero y de La Caja Kovak. Y aquí sí que se puede decir aquello de que a la tercera va la vencida. Menudo peliculón ha rodado Daniel Monzón. Basada en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul (novela que no he leído, por cierto, pero que trataré de leer en breve) y con guión del propio Daniel Monzón y de Jorge Guerricaechevarría, la peli narra la historia de un motín carcelario en la prisión de Zamora, motín que estalla precisamente el día que, Juan, un nuevo funcionario de prisiones, está a punto de empezar a trabajar en dicha cárcel. Por una de esas casualidades que tiene la vida, el nuevo funcionario de prisiones se ve envuelto en todo el embrollo y el tío se la juega haciéndose pasar por un nuevo preso. No voy a contar nada más. Sólo decir que Luis Tosar interpreta a Malamadre, el preso que dirige el motín, y más o menos, el rey de la cárcel. Un tío súper violento, sin nada que perder, y al que le importa todo, tres leches. Tosar está inconmensurable. Sinceramente, no creo que un actor pueda hacer un trabajo actoral mejor que el de Luis Tosar en esta película. Llevaba yo mucho tiempo sin ver una interpretación tan real, tan creíble, tan emocionante, tan visceral, tan al límite. En mi opinión, el tío está al mismo nivel que un Robert de Niro en Toro salvaje, un Al Pacino en El precio del poder, o un Javier Bardem en No es país para viejos. Pero no sólo Tosar. El resto del reparto está genial. Alberto Ammann interpretando a Juan Olivier, el funcionario de prisiones que, poco a poco, se va transformando; o Antonio Resines, dando vida a Utrilla, otro carcelero, éste violento y macarra, que se pasa las leyes por el arco del triunfo. Por cierto, visto con la perspectiva que da el tiempo, este es el cuarto o quinto papel extraordinario que le recuerdo a Resines, después de sus interpretaciones en, por ejemplo, La buena estrella o La caja 507.
Yo no he pisado una cárcel en mi vida, ni siquiera de visita y no sé si lo que cuenta esta película es real o no, pero lo que tengo clarísimo es que es totalmente verosímil. Todo me resulta creíble, el comportamiento de los presos, su manera de hablar, de moverse, ese ambiente opresivo, claustrofóbico que se debe respirar entre las paredes de una prisión, etc. Lo mismo me sucede con los funcionarios y con el director de la prisión. Si las cosas no son así realmente, deberían de serlo, porque yo salí de la sala convencido al cien por cien.
Durante algunos momentos, Celda 211 me recordó a otra magnífica película, Haz lo que debas, de Spike Lee, aunque en realidad ambas no tengan más parecido que la manera en que la violencia se va extendiendo como un reguero de pólvora, incluso entre la gente que a priori no es violenta. De hecho, al final, la conclusión que yo extraje fue, que la violencia, como decía Martin Luther King, es un acto completamente inútil, que sólo engendra más violencia y de la cual resulta muy difícil escapar. Así que si esta tarde tienes un rato libre y te apetece ver algo grande de verdad, te recomiento que no te pierdas Celda 211, la nueva película del director Daniel Monzón, interpretada por Luis Tosar, Alberto Ammann y Antonio Resines, entre otros. Y luego me lo cuentas.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Sobre la rima

Escribió Mijail Saltykov-Shchedrin, el gran escritor y periodista satírico ruso del siglo XIX, sobre la rima: “No comprendo por qué es necesario caminar sobre un hilo y, además, agacharse cada tres pasos.”
Yo tampoco, querido Mijail, yo tampoco.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Fotos de Durruti

La primera fotografía está tomada
en León, en 1915.
Un joven Durruti
de apenas diecinueve años
mira desafiante a la cámara.
En la foto hay seis personas más.
Uno de ellos es un niño pequeñito.
Los otros, compañeros de trabajo.
Dos de ellos, no deben tener edad ni para afeitarse.
La foto ha sido tomada en el taller metalúrgico
donde Durruti trabajaba por aquella época.
Buenaventura ocupa el centro de la fotografía.
Está de pie. Mirada inquebrantable.
Mirada obrera. Mirada anarquista.
Viste con un mono claro.
Una gorra de paño le cubre la cabeza.
En su mano derecha sostiene un martillo.
La izquierda roza ligeramente el hombro izquierdo
de uno de sus compañeros.
La vida aún no le ha golpeado con toda su saña.
Pero ya empieza a prepararse para plantarle cara.

En la segunda fotografía,
tomada en la ciudad de Berlín,
han trascurrido trece años
y Durruti aparece acompañado por una mujer.
Se llama Emilienne Morin.
Es una joven libertaria francesa
a quien ha conocido unos meses antes
en la Librería Anarquista
de la calle de Prairies,
en el Distrito XX de Paris,
y cuyos destinos permanecerán unidos,
más allá, incluso, de la muerte.
Es extraño, pero es así.
Sobre el papel sepia,
un hombre y una mujer,
sentados en el tronco de un árbol,
en medio de una gran nevada.
Están abrazados,
como cualquier pareja de enamorados.
Es una imagen tierna,
que denota un amor férreo.
No hay ningún dato al respecto,
pero me da por pensar que ese día era domingo
y que la pareja está acompañada de otros amigos,
ácratas como ellos, fugitivos como ellos,
con quienes comparten la felicidad eterna
de ese instante congelado.
Nadie diría hoy, ochenta años después,
que ese hombre ha entrado
de manera clandestina en Alemania,
y que tiene en jaque a las policías de media Europa.
Nadie diría, viendo esa foto, que ese hombre,
es admirado por miles de obreros de todo el mundo.
Nadie diría que ese hombre está hecho de acero.

En la última fotografía,
un hombre de mediana edad,
piel tostada por el sol,
barba descuidada, cabello oscuro,
yace sin vida sobre un camastro blanco.
Un agujero de bala atraviesa
la parte izquierda de su pecho.
Dos columnas de sangre bajan,
irregulares, desde la herida
hacia la espalda.
Si no fuese por este detalle,
se podría pensar que este hombre duerme,
plácida, pacíficamente,
extenuado tras los duros combates
de los últimos días, y sueña, tal vez,
con un mundo nuevo
donde el hombre no sea un lobo para el hombre.
Pero este hombre está muerto.
Se adivina, en torno a él,
el nerviosismo trágico de los cirujanos,
la desolación afilada de los camaradas,
la tristeza aplastante de los amigos.
La ciudad es Madrid. El año, 1936.
El día, veinte de noviembre.
Durruti ha sido asesinado.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Emily Dickinson

Qué terrible es amar y no ser correspondida, 
dulce niña de ojos invernales. 
Como la noche, tienes estrellas en las manos,
en el vientre, secretos inconfesables,
y en tu pelo negro, un ramillete
de deseos frustrados. Y en silencio,
como ella, escribes versos que desgarran.
La muerte se erige en tu musa más fiel,
tu consejera, tu amiga, tu amante, tu hermana.
Allá en los remotos confines del silencio,
qué extraño, la muerte tiene forma de poema.

(Este poema está incluido en mi libro Desorden, y está dedicado, obviamente, a la gran poeta americana Emily Dickinson.)

martes, 17 de noviembre de 2009

Enrique Urquijo, diez años después




Hoy, diecisiete de noviembre de dos mil nueve, se cumplen diez años de la fatídica muerte del gran Enrique Urquijo. Tres mil seiscientos cincuenta días sin Enrique. En estos diez años, sus canciones, su música, su manera de tocar la guitarra, su particular estilo, nos han seguido acompañando a un montón de gente. Y es que somos muchos los que, una década después de aquel triste día de noviembre de mi novecientos noventa y nueve, seguimos recordando a una persona de una sensibilidad artística única, a uno de los grandes compositores que ha dado no sólo la música popular cantada en castellano, sino en cualquier otro idioma. Para mí, Enrique es comparable a los grandes nombres del rock del ámbito anglosajón. Y lo digo con plena consciencia. Ahí están sus canciones, que hablan por sí solas: “Volver a ser un niño”, “Agárrate a mí, María”, “Otra tarde”, “Quiero beber hasta perder el control”, “No me imagino”, “Déjame”, “Buena chica”, “Colgado”, “Ojos de gata”, “Cambio de planes”, “Pero a tu lado” y tantas y tantas otras hermosas canciones que compuso para su grupo de toda la vida, Los Secretos, o con ese otro grupo, Los Problemas, con quienes grabó dos estupendos discos, con versiones tanto de temas propios como de canciones de otros compositores. No quisiera olvidarme hoy, en este día de recuerdo, de conmemoración, de agradecimiento, del gran Álvaro Urquijo, que durante todo este tiempo ha seguido manteniendo viva la llama de Los Secretos y la memoria de Enrique, reivindicando una carrera, la de su hermano, con una dignidad y un cariño que ponen los pelos de punta. Lo mismo ocurre con Ramón Arroyo y con Jesús Redondo, el resto de Los Secretos. La memoria de Enrique se merece ese respeto, esa dedicación, ese amor sin límites. Ya está bien de apelar siempre a la tristeza, a la nostalgia, a la mala suerte, para hablar de una figura inconmensurable de la música popular. Qué cojones. Fue una tremenda suerte que Enrique existiera y que se dedicara a la música, y que grabara sus discos, y que levantara cabeza una y otra vez, y que tuviese ese don divino que sólo los elegidos tienen para transformar el dolor en poesía, y que diera todos esos maravillosos conciertos, y que nosotros estuviésemos allí para disfrutarlo, y que aún hoy, diez años después, nos vayamos a la estantería donde guardamos los cds o los viejos vinilos, y saquemos uno de sus discos, y le demos al play, y escuchemos esa voz que se va abriendo paso entre las guitarras con ecos country, y que empieza a cantar, nunca he sentido igual, una derrota… Y es que las derrotas son menos dolorosas cuando las canta Enrique Urquijo. Gracias por existir.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El hombre luce una inquietante sonrisa

El hombre luce una inquietante sonrisa. La mujer, parapetada tras una humeante taza de té, le lanza fugaces, furtivas miradas. No es sólo la sonrisa. Son los ojos. Grandes, oscuros. Casi hipnóticos. El hombre de la sonrisa inquietante está en la barra, tomando un café. Ella, en cambio, está sentada sola en una mesa. Su intención era leer tranquilamente El País, pero ahora le resulta imposible concentrase. Nunca se ha acostado con otro hombre que no sea su marido. Pero hoy sabe que si ese hombre se acercara y le dijera “vamos a follar”, lo seguiría sin pensarlo un segundo. Son los ojos. Y la sonrisa.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Así no...

Así no, me dices.
No estás cumpliendo con tu parte del trato.
Cómo quieres que lo haga,
si mi parte es arrancarme el corazón
y echárselo a los perros hambrientos

jueves, 12 de noviembre de 2009

Un poco de autobombo

En las últimas semanas, me han llegado algunos correos que me han sorprendido muy gratamente. Para alguien como yo, que escribe pero que no tiene acceso a los grandes medios de comunicación, que no se dedica a la literatura de manera profesional, sino que lo hace por amor al arte, robándole el tiempo a otros menesteres,y en la mayoría de los casos ni siquiera puede acceder a los métodos más o menos convencionales de distribución de sus libros, resulta muy gratificante que alguien te escriba, pongamos por caso, desde Madrid diciéndote que le gustan tus poemas, tus relatos, o tus comentarios.
Pues como decía al principio, en las últimas semanas me han llegado varios mensajes en esa dirección, de gente que no conozco de nada, gente que ha accedido a mi obra por primera vez, y que según me cuentan ellos mismos, les ha resultado sorprendente lo que han leído. Uno de estos correos me llegó hace unos días. Lo remitía un famoso político al que dejaremos en el anonimato. Su mensaje era escueto pero directo: "Escribes muy bien: Me meteré en tu blog." Siendo quien es la persona que lo envió, uno de los pocos políticos que para mí tienen una valía intelectual real, pues es todo un halago. Qué queréis que os diga. El segundo correo me llegó ayer por la tarde y lo enviaba una chica de Granada. También había llegado a mi obra de manera casual. Por lo que se ve, le había gustado tanto lo que había leído en este blog que me preguntaba dónde podía comprar mis libros.
Como digo, para mí es muy estimulante este tipo de mensajes. Uno se reafirma en su manera de escribir, en su manera de hacer las cosas, en su manera de enfrentarse al mundo. Como no aspiro a grandes ventas, ni a ganar concursos, ni a nada por el estilo, estos comentarios son lo más cerca que voy a estar del éxito. Por eso se agradecen de corazón.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

No soy inofensivo

No soy inofensivo.
Que te quede claro.
Pero me muerdo el corazón por dentro
Y pongo cara de niño bueno.
Sólo para que no te vayas.

martes, 10 de noviembre de 2009

Un poema de amor para Tess (Raymond Carver)

Apura de un trago su vaso de Old Crow y teclea el último verso de su último poema: just how much I love you. Es un poema de amor. Se titula Hummingbird. Y es para su mujer, Tess.
Luego se acerca hasta el mueble donde guarda la bebida y se llena otra copa de bourbon. Le añade un poco de hielo y enciende un cigarrillo. Apaga la música —Miles Davis, Kind of blues— y decide salir al frío de febrero a mirar un rato las estrellas. Son casi las tres de la mañana. El murmullo del viento meciendo las hojas de los árboles. Levanta la vista al cielo y se traga el humo transparente de su Chesterfield. Cierra los ojos un segundo y se dice a sí mismo: Así debe ser la muerte.
El silencio. La quietud. La soledad.
Luego piensa en Tess, dormida, en ese mismo instante, en la cama que ambos comparten. Su hermoso pelo rojo que le cae en cascada por la espalda. Su piel blanca que brilla en la oscuridad. Sus ojos azules que lo hipnotizan. Apaga el cigarrillo y se alegra de estar vivo. Después entra de nuevo en la casa. Se sienta ante la máquina de escribir y vuelve a leer el poema que ha escrito para ella: Suppose I say summer...

lunes, 9 de noviembre de 2009

Más cine, por favor

Hoy voy a dajer una lista de mis treinta películas favoritas del cine español. Me ha llevado unos cuantos días elaborarla y, como todas las listas, está cargada de subjetividad. El orden en que aparecen es cronológico.

1. La vida en un hilo, de Edgar Neville (1945).
2. Surcos, de José Antonio Nieves Conde (1951).
3. Calle mayor, de José Antonio Bardem (1956).
4. El cebo, de Ladislao Vajda (1958).
5. Viridiana, de Luis Buñuel (1961).
6. Atraco a las tres, de José María Forqué (1962).
7. El extraño viaje, de Fernando Fernán-Gómez (1964).
8. El verdugo, de Luis García Berlanga (1964).
9. La caza, de Carlos Saura (1965).
10. El espíritu de la colmena, de Víctor Erice (1973).
11. Furtivos, de José Luis Borau (1975).
12. El desencanto, de Jaime Chávarri (1976)
13. Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patiño (1977).
14. Arrebato, de Iván Zulueta (1979).
15. El crack, de José Luis Garci (1981).
16. ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Pedro Almodóvar (1984).
17. Los santos inocentes, de Mario Camus (1984).
18. Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda (1988).
19. Amantes, de Vicente Aranda (1991).
20. Belle Époque, de Fernando Trueba (1992).
21. La ardilla roja, de Julio Médem (1993).
22. Días contados, de Imanol Uribe (1994).
23. El día de la bestia, de Álex de la Iglesia (1995)
24. El último viaje de Robert Rylands, de Gracia Querejeta (1995).
25. La buena estrella, de Ricardo Franco (1997).
26. Flores de otro mundo, de Icíar Bollaín (1999).
27. En construcción, de José Luis Guerín (2001).
28. Soldados de Salamina, de David Trueba (2002).
29. La caja 507, de Enrique Urbizu (2002).
30. Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa (2002).

sábado, 7 de noviembre de 2009

Su pelo

Su pelo,
quimera sutil
en esta mañana tibia,
como vida derramada
en un instante.

viernes, 6 de noviembre de 2009

28 de marzo de 1941

Hoy te has despertado un poco más triste que de costumbre
y has sentido que, a pesar de la fecha –casi abril- hace frío
y una lluvia cómplice, apenas perceptible,
como en un cuadro de Turner,
cae con desgana sobre Monk’s House.
Una taza de té caliente y Leo hablando de mil cosas,
- Llevará años reconstruir Londres, dice en voz alta.
Pero no le prestas atención.
Posas tus ojos de niebla azul
en el rojo resplandor que escapa de la chimenea
y una miríada de imágenes irreales fluye,
imparable, por tu mente:
tu padre, trabajando en su despacho,
Vanesa, limpiando sus pinceles,
la hermosura andrógina de Violet,
caminando junto a ti por Gordon Square,
una mañana estival de 1904 rebosante de gente y luz.
Más tarde, coges tu abrigo y sales a pasear
por la desgarrada soledad que te rodea.
Te acercas hasta la orilla del río Ouse,
que agotado y nervioso, resopla a lo lejos.
Y con los bolsillos repletos de piedras
entras en el agua
y en un gesto de extrema fatiga reflexionas:
“Bueno, ya está, he tenido mi visión.”

Este poema está incluído en mi llibro, Desorden. El título hace referencia a la fecha de la muerte de la escritora Virginia Woolf, que se suicidó en las frías aguas del río Ouse, junto a su casa de campo. El poema fue escrito algunos años antes de que se hiciese la película Las horas, de Staphen Daldry, por lo que cualquier parecido entre ambos es sólo fruto del azar. No voy a negar que siempre he sentido una especie de fatal atracción por las personas que un día se levantan y deciden que ése es el último día.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Él tiene un secreto

Él tiene un secreto. No uno de esos secretos tontos, como de patio de recreo o de cafetería de instituto, que uno comparte con su mejor amigo, sino un secreto real, de esos que laten en lo más profundo de uno mismo, en algún recoveco perdido del alma. Uno de esos secretos que no se cuentan a nadie. Vamos, un secreto, secreto. De los de verdad.
Él tiene un secreto. Lo sabe desde hace días. Lo descubrió casi por casualidad. Estaba buscando un libro en una famosa librería de su ciudad y de pronto fue consciente de que el secreto estaba allí, de que era tan real, o tal vez mucho más real, que la gente que andaba por la tienda. Podría incluso señalar el instante preciso en que reparó en la existencia de su secreto. Acababa de coger de la estantería un ejemplar de la última novela de Walter Mosley, cuando lo vio merodear a su alrededor por primera vez, como un pájaro despistado que se hubiera escapado de su jaula.
Él tiene un secreto. A veces se descubre pensando en su secreto en los lugares más insospechados, por ejemplo, en la ducha, bajo el fuerte chorro de agua caliente, con la cabeza cubierta de espuma. En ese momento ha de ser muy cuidadoso, porque si piensa demasiado en su secreto, la espuma se le puede meter en los ojos, y todo se complica. Otras veces su secreto toma forma cuando hace deporte, entre el fuerte olor a sudor que transpira su piel. Incluso a veces, el secreto se hace corpóreo en el almuerzo o el desayuno, cuando está en mitad de un filete con patatas o de un par de tostadas de aceite con tomate. Y es que cualquier momento es bueno para compartirlo con su secreto.
Él tiene un secreto. Las primeras veces se sentía un poco molesto. Pero ahora no. Ahora se podría decir, incluso, que su secreto lo hace feliz. Sí, así es. Él es un tipo feliz por tener un secreto. Se ha dado cuenta de algunas cosas. Se ha dado cuenta de que el sol luce más desde que él tiene su secreto. El cielo es más azul, y sus compañeros de trabajo no le parecen tan insulsos. Y todo se lo debe a su secreto. Ah, y ahora le gustan cosas que antes no le gustaban. Por ejemplo, las películas francesas. No sabe hasta cuándo durará todo este asunto del secreto. Tal vez desaparezca como llegó, sin hacer ruido, sin hacer grandes aspavientos. Así que por ahora, lo único que tiene claro es que tiene un secreto. Y está dispuesto a defenderlo con uñas y dientes. Es lo menos que puede hacer por su secreto.

martes, 3 de noviembre de 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Fragmentos de un cuaderno manchado de vino



Hace quince años, un nueve de marzo de 1994, moría en la ciudad de Los Ángeles el que ha sido probablemente el último icono de la literatura mundial: Charles Bukowski. Tras de sí dejaba una carrera rebosante de poemas, relatos cortos, y seis magníficas novelas: Cartero, Mujeres, Factótum, La senda del perdedor, Hollywood y Pulp. Tras su muerte, su viuda, Linda Bukowski, con la ayuda de John Martin, dueño y señor de la editorial Black Sparrow Press, se han encargado de mantener viva su memoria, dando salida a una cantidad ingente de material que el viejo indecente había dejado escrito. Ese material inédito era sobre todo poesía: Lo más importante es saber atravesar el fuego, Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta, Adelante y La gente parece flores al fin son algunos de los volúmenes póstumos que recopilan esos poemas. No obstante, estos días, la Editorial Anagrama acaba de publicar el libro Fragmentos de un cuaderno manchado de vino, con el subtítulo de Relatos y ensayos inéditos 1944-1990, una colección de 36 relatos y ensayos más o menos críticos, que nos muestran al enfant terrible de la literatura estadounidense en plenitud de sus facultades. Antes de seguir adelante, me gustaría hacer una matización: estos textos no son inéditos o lo son sólo en castellano, ya que todos ellos proceden de revistas, prólogos de libros y volúmenes de homenaje a otros poetas. De hecho, al final del libro aparece un índice de procedencia de cada uno de los textos.
Fragmentos de un cuaderno manchado de vino supone un colofón perfecto a la obra bukowskiana. En estas páginas están todos los bukowskis que han sido: el viejo borracho, el follador empedernido, al ácrata descreído, el escritor que detesta al resto de la humanidad, empezando por los otros escritores, el escritor humorístico que hace que te desternilles de risa con ciertas situaciones, el surrealista, el escritor agradecido que rinde pleitesía a sus maestros, el pirado de los hipódromos, etc., etc. Y es que este libro compila verdaderas joyas. Empezando por “Consecuencias de una larga nota de rechazo”, el primer relato que el viejo Hank publicó en la revista Story en 1944, “El viejo indecente se confiesa”, un magnífico texto en primera persona donde Bukowski expone sus filias y sus fobias, o esa maravilla que es “Conozco al maestro”, en mi opinión, uno de los mejores relatos que han salido de la máquina de escribir de este escritor. Este relato fue publicado originalmente en dos partes en la revista Oui, en diciembre de 1984 y enero de 1985. En él cuenta, de una manera detallada, cómo llegó a conocer a uno de sus héroes de juventud, el escritor italoamericano John Fante y cómo, gracias a la ayuda que Bukowski le prestó, la figura de Fante recuperó el brillo de que había gozado en los años treinta y que se había desvanecido por avatares de la vida. En este relato el viejo Buk se nos revela como un maestro de la concisión. No me resisto a reproducir un fragmento de “Conozco al maestro”:

Para no alargarme: llegó y se fue un matrimonio. Tenía cientos de revistas con mis poemas publicados pero también las tenía todo el mundo; era algo así como limpiarse el culo o cambiarle un tubo con un escape a una lavadora. Pasaron las guerras y los años, y las novias dementes y los empleos dementes e inútiles. ¿Cómo relata uno 2 ó 3 décadas de desperdicio? En un instante. Es fácil. Los años son para desperdiciarlos.


Para los que ya conozcan la obra bukowskiana, este libro cierra el círculo. Si, por el contrario, nunca te has acercado al trabajo de Bukowski, ¿a qué estás esperando? Fragmentos de un cuaderno manchado de vino puede ser un comienzo perfecto. Buen provecho.