El mundo del arte, en general, y el de la música, en particular, se rigen por reglas que, en el fondo, nadie acaba de comprender al cien por cien. Escribo esto a propósito de uno de los grupos musicales más personales, genuinos e inteligentes del panorama musical de este país, pero al mismo tiempo, uno de los más incomprendidos y desconocidos: La Búsqueda.
La Búsqueda nació en el ya lejano 1985, en Mallorca, en torno a la figura del guitarrista, compositor y cantante Xisco Albéniz, uno de los músicos más inclasificables que ha dado esta España mía, esta España nuestra. Pero hasta 1988 no apareció su primer disco, de título homónimo, y publicado por DRO. Un mini elepé de seis temas que ya contenía el embrión de lo que sería el universo personal e intransferible de estos músicos: raíces folk, instrumentos atípicos en el mundo del pop (trompetas, cellos, violines, castañuelas, etc.), un profundo conocimiento de la tradición que los lleva, al mismo tiempo, a coquetear descaradamente con las vanguardias, los aromas mediterráneos que impregnan sus composiciones, los toques fronterizos y unos textos poéticos como pocos se han escrito por estos lares, siendo particularmente destacable la influencia del Lorca más trágico, más cercano a la muerte. No en vano, en aquel primer álbum, destacaba una maravillosa adaptación del Romance lorquiano “Reyerta” al que ellos titulan “Los ángeles del barranco”. A la sombra de aquel primer disco, visitan México, Francia, Portugal y otros países europeos. Hay que destacar el éxito (siempre entre comillas, por supuesto, pues tratándose de La Búsqueda todo es minoritario) que cosecharon en Francia, llegando a participar en festivales de renombre en el país vecino.
En 1991 graban su segundo disco, editado también por Discos DRO: La rueda de la fortuna, con una de las portadas más hermosas de la historia de la música española. Este segundo álbum, grabado con más medios técnicos, y por tanto, con mejor sonido, ahondaba en las mismas coordenadas estéticas que ya hemos mencionado y contenía temas hermosísimos como “Testigos de mi querer”, “Carmencita” o “La rueda de la fortuna”.
Pero un cambio de miembros en la formación y un cambio de compañía discográfica, hace que su siguiente disco, Psicolatin, no aparezca hasta 1996. Ahora se decantan por una pequeña compañía independiente, Disc Medi/Blau, y, aunque las canciones que conforma este álbum, siguen teniendo ese genuino sabor misterioso y exótico de los dos discos anteriores, está claro que ahora el grupo se decanta por otros derroteros. Psicolantin mama directamente de los Rolling Stones de Brian Jones, de aquellos discos donde se funden sin complejos Oriente y Occidente. Diez temazos a cada cual mejor, letras hermosas, rebosantes de belleza, con una sonoridad propia, con una voz profunda y emocionante. Diez temas de los cuales es difícil quedarse con alguno, pero si tuviera que elegir entre uno de ellos, me quedo con “Mi prisión de fuego”, donde la magnética voz de Xisco Albéniz canta versos como: “Mi prisión de fuego serás tú / y mi hogar las tabernas del sur / no necesito nada más / Dios dirá si tengo que pagar.”
Después de Psicolatin, se produce una nueva remodelación entre los miembros de La Búsqueda y un nuevo parón. Hasta que en el año 2004, publican el que hasta la fecha es su último disco: Los penitentes (Grabaciones en el Mar, 2004). Entre ambos discos, Xisco Albéniz compone la banda sonora del cortometraje Zu Vercaufen (2000), del director Pere Salom, con la que gana el Premio a la Mejor Banda Sonora Original en el Festival Internacional de Sitges, concedido por la SGAE en la Sección de Cortometrajes. Los penitentes viene precedido por el CD single Las cosas que no se ven, editado en 2002 por Isladencanta Records.
Los penitentes es una magnífica colección de canciones, trece en total, donde el grupo parece renegar del sonido de su anterior disco, y vuelve a sus orígenes, es decir, al predominio de la guitarra española, a los aires fronterizos con un ligero toque western, a las cuerdas, al gusto poético más lorquiano, o tal vez sería más preciso decir más granadino que nunca, en temas como “Tambores de Boabdil”, “Occidente se muere” o “Mi duende”, donde se habla explícitamente de la Alhambra y de las Alpujarras.
No sabría decir si a día de hoy La Búsqueda sigue existiendo como grupo o si han sucumbido, hastiados ante tanta mediocridad musical con la que nos toca vivir día a día y hartos del desprecio de una industria que no ve más allá de su nariz. Ojalá que no haya sido así y que un día de estos, por sorpresa, se acerquen hasta Granada a regalarnos uno de sus maravillosos conciertos.
La Búsqueda nació en el ya lejano 1985, en Mallorca, en torno a la figura del guitarrista, compositor y cantante Xisco Albéniz, uno de los músicos más inclasificables que ha dado esta España mía, esta España nuestra. Pero hasta 1988 no apareció su primer disco, de título homónimo, y publicado por DRO. Un mini elepé de seis temas que ya contenía el embrión de lo que sería el universo personal e intransferible de estos músicos: raíces folk, instrumentos atípicos en el mundo del pop (trompetas, cellos, violines, castañuelas, etc.), un profundo conocimiento de la tradición que los lleva, al mismo tiempo, a coquetear descaradamente con las vanguardias, los aromas mediterráneos que impregnan sus composiciones, los toques fronterizos y unos textos poéticos como pocos se han escrito por estos lares, siendo particularmente destacable la influencia del Lorca más trágico, más cercano a la muerte. No en vano, en aquel primer álbum, destacaba una maravillosa adaptación del Romance lorquiano “Reyerta” al que ellos titulan “Los ángeles del barranco”. A la sombra de aquel primer disco, visitan México, Francia, Portugal y otros países europeos. Hay que destacar el éxito (siempre entre comillas, por supuesto, pues tratándose de La Búsqueda todo es minoritario) que cosecharon en Francia, llegando a participar en festivales de renombre en el país vecino.
En 1991 graban su segundo disco, editado también por Discos DRO: La rueda de la fortuna, con una de las portadas más hermosas de la historia de la música española. Este segundo álbum, grabado con más medios técnicos, y por tanto, con mejor sonido, ahondaba en las mismas coordenadas estéticas que ya hemos mencionado y contenía temas hermosísimos como “Testigos de mi querer”, “Carmencita” o “La rueda de la fortuna”.
Pero un cambio de miembros en la formación y un cambio de compañía discográfica, hace que su siguiente disco, Psicolatin, no aparezca hasta 1996. Ahora se decantan por una pequeña compañía independiente, Disc Medi/Blau, y, aunque las canciones que conforma este álbum, siguen teniendo ese genuino sabor misterioso y exótico de los dos discos anteriores, está claro que ahora el grupo se decanta por otros derroteros. Psicolantin mama directamente de los Rolling Stones de Brian Jones, de aquellos discos donde se funden sin complejos Oriente y Occidente. Diez temazos a cada cual mejor, letras hermosas, rebosantes de belleza, con una sonoridad propia, con una voz profunda y emocionante. Diez temas de los cuales es difícil quedarse con alguno, pero si tuviera que elegir entre uno de ellos, me quedo con “Mi prisión de fuego”, donde la magnética voz de Xisco Albéniz canta versos como: “Mi prisión de fuego serás tú / y mi hogar las tabernas del sur / no necesito nada más / Dios dirá si tengo que pagar.”
Después de Psicolatin, se produce una nueva remodelación entre los miembros de La Búsqueda y un nuevo parón. Hasta que en el año 2004, publican el que hasta la fecha es su último disco: Los penitentes (Grabaciones en el Mar, 2004). Entre ambos discos, Xisco Albéniz compone la banda sonora del cortometraje Zu Vercaufen (2000), del director Pere Salom, con la que gana el Premio a la Mejor Banda Sonora Original en el Festival Internacional de Sitges, concedido por la SGAE en la Sección de Cortometrajes. Los penitentes viene precedido por el CD single Las cosas que no se ven, editado en 2002 por Isladencanta Records.
Los penitentes es una magnífica colección de canciones, trece en total, donde el grupo parece renegar del sonido de su anterior disco, y vuelve a sus orígenes, es decir, al predominio de la guitarra española, a los aires fronterizos con un ligero toque western, a las cuerdas, al gusto poético más lorquiano, o tal vez sería más preciso decir más granadino que nunca, en temas como “Tambores de Boabdil”, “Occidente se muere” o “Mi duende”, donde se habla explícitamente de la Alhambra y de las Alpujarras.
No sabría decir si a día de hoy La Búsqueda sigue existiendo como grupo o si han sucumbido, hastiados ante tanta mediocridad musical con la que nos toca vivir día a día y hartos del desprecio de una industria que no ve más allá de su nariz. Ojalá que no haya sido así y que un día de estos, por sorpresa, se acerquen hasta Granada a regalarnos uno de sus maravillosos conciertos.