miércoles, 30 de septiembre de 2009
Lecciones de economía para niños inquietos (I)
martes, 29 de septiembre de 2009
La otra Larsson
Aurora boreal me ha parecido una obra flojita, la verdad, a pesar de que la contraportada y la solapa interior están repletas de elogios, del tipo “la nueva reina de la novela negra escandinava”, o “los libros de Asa Larsson son pequeños milagros.” Está claro que una cosa es la publicidad y otra muy distinta el contenido real del libro. La cosa es que se lee bastante bien y crea una atmósfera de suspense atractiva. Como si algo muy importante fuese a ocurrir en los próximos segundos, pero van pasando las páginas y eso no llega nunca. Aurora boreal no contiene, a mi juicio, ningún elemento que la convierta en una novela fuera de lo común: no hay ningún personaje que te atrape inexplicablemente (como ocurre en Millenium) hasta identificarte plenamente con él; la trama es bastante sosa y para colmo, hay algunos párrafos pseudopoéticos (por ejemplo, los pasajes que narran sueños) que dan un poco de grima.
La historia que se cuenta en Aurora boreal tiene que ver con el fanatismo religioso. En una comunidad pequeña, Kiruna (la ciudad natal de Asa Larsson), dominada completamente por la religión, aparece brutalmente asesinado el predicador más famoso de Suecia. A partir de ahí, una maraña de intereses creados, negocios fraudulentos, mentiras y hechos que no se cuentan pero que se intuyen, se van interrelacionando. Para mí, lo mejor de toda la novela es este párrafo, con el que estoy completamente de acuerdo:
“La gente débil acostumbra a sentirse atraída por la Iglesia. Y la gente que quiere tener poder sobre la gente débil, también.”
Con los ingredientes que maneja la autora, el resultado podría haber sido una novela mucho más sólida. No sé porqué, pero cuando los autores de novela negrocriminal mezclan asesinatos y religión, no suelen salir bien parados (me ha ocurrido lo mismo con El silencio de los claustros, la última entrega de Alicia Giménez Barlett). Será porque la realidad siempre termina superando a la ficción. Digo yo.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Presentación en Granada de la Antología del beso
Tengo hambre,
dame un beso.
Acto: Presentación del libro de poemas Antología del beso. Poesía última española.
Día: miércoles 30 de septiembre de 2009
Hora: 20’00 h.
Lugar: Sede de la Asociación de la Prensa y de la Fundación Andaluza de la Prensa (Antiguo Hospital de Peregrinos, C/ Escudo del Carmen, 3.)
jueves, 24 de septiembre de 2009
Ilegal a los siete años
miércoles, 23 de septiembre de 2009
www.pensamiento-único.com
mas siempre permanezco yo, individuo.
José María Fonollosa.
Bienvenido al pensamiento único.
Aquí ya es el futuro.
Olvídate de palabras
que antaño lo fueron todo:
endecasílabo, vanguardia, humanismo,
soneto, altruismo, ternura, artístico.
Tendrás que aprender a convivir
con insólitos anglicismos:
Lobby, enterprise, software,
merchandising, corporation.
Deberás familiarizarte
Con la jerga de los medios:
Multinacional, macroeconomía, índice
de ventas, neoliberalismo, aldea global.
Dejarás a un lado lo que quede de tu individualidad.
A partir de este momento
eres un número en una fría estadística,
un potencial consumidor,
un código de barras.
El nuevo milenio pertenecen
a los que son como tú:
Conservador, competitivo,
concluyente, consecuente.
Aquí está prohibido soñar,
usar la imaginación,
expresar la creatividad.
Enterremos de una vez a Don Quijote.
No necesitamos locos idealistas
que pongan el mundo patas arriba.
Destruyamos la belleza.
Aborrezcamos la cultura.
Nada de poesía.
No es rentable desde un punto de vista económico.
Solo best-sellers contrastados:
Más de cien mil ejemplares
vendidos en un mes.
No lo dudes.
Únete a nosotros.
No tienes nada que perder.
Este poema está incluido en la antología Versos para un fin de milenio, obra que publicó el Ayuntamiento de Motril en el año 2001. Fue uno proyecto ideado, auspiciado y llevado a cabo por el poeta Miguel Ávila Cabezas. En él, cincuenta y nueve voces distintas (en edad, sensibilidad, género, ideología, etc., etc.) ofrecían, tanto en prosa como en verso, su visión de fin de milenio que por aquellos días estaba tan en boga. Está fue mi aportación en verso.
martes, 22 de septiembre de 2009
lunes, 21 de septiembre de 2009
El último caso de lnspector Méndez
Hagamos un poco de memoria: Nuestro hombre es autor de una extensa obra literaria, que comenzó con Sombras viejas, Premio Internacional de Novela José Janés en 1948 (como anécdota, señalar que el presidente del jurado que le otorgó el premio fue el novelista estadounidense William Somerset Maugham), y Los Napoleones, ambas prohibidas por la censura franquista. Esto le puso las cosas muy difíciles, pero como quería ser escritor a cualquier precio, sólo le quedó la opción de parapetarse tras el pseudónimo de Silver Kane, y dedicarse a la literatura de quiosco, escribiendo una novela por semana durante más de quince años para la Editorial Bruguera. Empezó cobrando 1.500 pelas y al final de su etapa como narrador pulp cobraba 14.000 pesetas. Su especialidad eran las novelas del oeste y las de gánsters, aunque también publicó obras de tema político y de espionaje. Durante la década de los cincuenta fue guionista de tebeos, creando la serie de El inspector Dan, un personaje muy famoso en la España de la época. González Ledesma también ha trabajado como abogado y como periodista en diarios como La Vanguardia y El Correo Catalán. De este bagaje surge, tras la llegada de la democracia a nuestro país, un extraordinario novelista, que había permanecido agazapado en espera de su momento.
Con la recuperación de las libertades y la muerte de la censura por aburrimiento, Francisco González Ledesma recupera su propio nombre y comienza a publicar una serie de novelas de género negro: Expediente Barcelona, Las calles de nuestros padres (donde el Inspector Méndez es por primera vez protagonista absoluto), La Dama de Cachemira, Crónica sentimental en rojo (que fue galardonada con el Premio Planeta en el año 1984, cuando aún el Premio Planeta deparaba este tipo de sorpresas y no había que ser un famosillo televisivo de medio pelo para ganarlo), El pecado o algo parecido, Cinco mujeres y media, Dios en cada esquina, Méndez, Una novela de barrio (galardonada en 2007 con el Premio Internacional de Novela Negra RBA) y la última entrega, la ya citada No hay que morir dos veces. No obstante, González Ledesma ha seguido publicando bajo pseudónimo, en esta ocasión el elegido fue Enrique Moriel, y las novelas, La ciudad sin tiempo y El candidato de Dios.
Como decía al principio, su última novela, No hay que morir dos veces, es, en mi opinión su mejor obra. De hecho me la he leído en apenas diez horas, prácticamente de un tirón, pues la trama, magníficamente trenzada, atrapa al lector como si este hubiese caído en una tela de araña, impidiéndole que abandone el libro si no es en caso de emergencia. Y es que la edad no ha hecho que nuestro hombre pierda facultades, más bien al contrario. Como los buenos vinos, el tiempo sólo ha servido para poner las cosas en su sitio. González Ledesma se ha acabado convirtiendo en un autor de pulso firme, hábil con las palabras, y con ese sentido del humor que lo hace único. Veamos algunos ejemplos extraídos de la novela:
Los ojos de Gabri eran inexpresivos y fríos. Sus músculos se marcaban poderosos bajo la camisa, ya que en la cárcel no había tenido otra distracción que leer, hacer gimnasia y evitar que le dieran por el culo. En las tres cosas —decían sus compañeros— había tenido éxito, aunque normalmente a la que te descuidabas sólo tenías éxito en dos. (Pág. 40)
O este otro:
En la torre de más allá, un hombre de unos treinta años, que por su edad debería trabajar, se estaba rascando las pelotas. Era una labor juiciosa y lenta, pensó Méndez. Al fin y al cabo, mientras te rascas las pelotas no haces daño a nadie. (Pág. 145)
Otra de las especialidades de Francisco González Ledesma son los diálogos, de los cuales podemos encontrar auténticas maravillas en No hay que morir dos veces. Veamos esta conversación entre Méndez y el empresario Linares:
(…)Pero al margen de esta alta misión social, usted no debe saber para que sirve el dinero, Méndez.
No tengo la menor idea —reconoció él.
Pues ante todo sirve para tener poder. Con dinero se construyen imperios; sin dinero sólo se construyen barricadas.
Y poesías.
Las poesías a que usted se refiere son lo que queda de la última barricada, lo que queda cuando todos sus defensores ya han muerto.
Estoy aprendiendo mucho de usted, señor Linares
Es que no todo el mundo habla tan claro como yo. (Pág. 248)
Por no faltar, no falta ni siquiera un pequeño guiño/homenaje a Negra y criminal, la tienda especializada en género negro de Barcelona, en lo que ya se va convirtiendo en una costumbre entre los autores del género en nuestro país:
Y sonrió recordando esa pequeña librería cerca del puerto, Negra y criminal, en la que un cartel decía; “Terminantemente permitido fumar.” (Pág. 136)
¿Y qué decir de ese mítico inspector llamado Ricardo Méndez? Pues que debe ser el único madero del mundo que siente un calambre en el alma al ver “una pistola Mauser de las luchas anarquistas de los años veinte.” Y es que en el fondo Méndez es más ácrata que Durruti y Ascaso juntos. Hace lo que le sale de los cojones, contraviniendo todas las órdenes de sus superiores. Bebedor infatigable de coñac de garrafa y de orujo casero, desconfía absolutamente del poder establecido, léase jueces, políticos e incluso policía. Espectador de un mundo que día a día se desploma, acorralado por la postmodernidad y la vida de diseño. Pero ha vivido tanto en esas calles del Barrio Chino que su sexto sentido no suele dejarlo en evidencia.
En mi opinión, No hay que morir dos veces es la mejor novela publicada en lo que llevamos de año, y sinceramente, dudo mucho que en los tres meses y pico que quedan para navidad, se publique algo con la fuerza, el humor y la sensibilidad de esta novela. Francisco González Ledesma: El mejor escritor español vivo. Luego no digas que no te avisé.
viernes, 18 de septiembre de 2009
LOS ATARDECERES ROJOS DE POLEY
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese
A Vicente Núñez, in memoriam
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
predijo el poeta.
Y así será, la muerte vendrá,
una tarde calurosa del verano andaluz.
Se acercará hasta tu cama
y te pedirá que la acompañes.
Y tú lo harás, sabio como eres,
pues no ignoras que no cabe oposición.
Y además ¿para qué?
Vendrá la muerte terrible
y no sólo tomará el brillo de tus ojos
entre sus manos oscuras.
Se llevará con ella
todas las mañanas del mundo,
todas las copas de vino sagrado,
una pequeña parte de Grecia y Roma,
todo el silencio que guardas en tu interior.
Pero no todo te acompañará en tu viaje.
La muerte jamás podrá robarte
ese río de hermosos poemas
que, despacio, desciende por tu cuerpo,
ese elixir privilegiado
que los dioses sensibles te ofrendaron,
y que luego, algún día, degustaremos
en la soledad de nuestros dias solitarios,
cuando nos aferremos desesperadamente
a lo único que queda, el dolor, inmenso
como una manada de elefantes africanos.
La muerte no te quitará jamás el privilegio
de haber visto los atardeceres rojos de Poley
o las estrellas tímidas que cuelgan allá arriba;
de haber oído las notas inquietas
de un Impromptus de Shubert,
de sentir el desgarro que produce
un verso de Aleixandre,
de haber amado al amanecer,
cuando más extraño resulta el amor.
Siento tanto que esta tarde estival
estuvieras en el lugar equivocado
en el momento más inoportuno.
Siento de veras que el año dos mil dos
no sea nunca más el año dos mil dos,
que todo termine tan de repente,
sin tan ni siquiera darnos tiempo
a rearmar a nuestros ejércitos.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Así es. Así será por siempre.
Pero no le concedamos el honor
incierto del olvido.
Nos queda la belleza de la palabra escrita.
De la tuya.
De la de otros que han sido como tú.
Vendrá la muerte, qué duda cabe,
pero sólo se llevará una pequeña parte de ti.
Ésa es tu victoria.
Ésa es nuestra recompensa.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Escuela pública versus escuela concertada
Vamos a empezar por lo más obvio: en España existen tres tipos de escuelas: públicas (sostenidas con fondos públicos, en torno al 65% de los centros), privadas (sostenidas con fondos privados, en torno al 5% de los centros) y concertados (sostenidos con fondos públicos, en torno a un 30% de los centros). Como los centros privados están financiados con dinero privado, no me interesan lo más mínimo. Es obvio que son centros de transmisión ideológica (de la derechona, se comprende), pero no vamos a entrar a valorarlos.
Las diferencias esenciales se dan entre la escuela pública y la concertada. En general, la escuela concertada (magnífico eufemismo para referirse a un sistema escolar exclusivo pero pagado por todos) recibe a un 30% del alumnado, aunque en las grandes ciudades los datos son completamente inversos (por ejemplo, en la ciudad de Granada). Este 30% del alumnado pertenece, en palabras de Navarro al grupo de población “de renta superior (burguesía, pequeña burguesía y clase media profesional de renta alta)” mientras que “el 70% restante (clase trabajadora y clase media de renta media y baja) los matricula en la escuela pública.” Primera consecuencia: la escuela española es muy clasista.
Esto, que en principio puede parecer algo inocuo, tiene, en realidad mucha importancia. Como señala Vincenç Navarro en su artículo, es la manera más simple de reproducir la estructura de clases del país. De las escuelas privadas-concertadas saldrán los cuadros de mando de las grandes multinacionales, bancos, legisladores, jueces, militares de carrera, creadores de opinión, científicos, etc. Es decir, los que controlan el cotarro. De la escuela pública, en cambio, salvo honrosas excepciones, saldrán maestros, mecánicos, camareros, carpinteros, vendedores de seguros, sindicalistas, amas de casa, y sobre todo, parados, muchos parados. No hay que ser un lince para darse cuenta de por dónde van los tiros.
Otro dato importante: del treinta por ciento de centros privados-concertados, el setenta por ciento pertenece a la iglesia católica. El treinta por ciento restante, son de carácter laico (cooperativas, etc.) No es de extrañar que la Conferencia episcopal defienda sus negocios con uñas y dientes, teniendo en cuenta el volumen de dinero que se debe mover detrás de estas cifras. Seguimos con los datos: el alumnado inmigrante está matriculado prácticamente al cien por cien en centros públicos, excepto que sea alumnado con un alto poder adquisitivo. Por ejemplo, hijos de deportistas, músicos, o gente por el estilo. Todos los demás, de cabeza a la escuela pública.
Más datos: En palabras de Navarro, tan ciertas como que detrás de un día viene otro, el alumnado de la escuela concertada recibe un 32% más de dinero que el de la escuela pública, ya que el Estado invierte 2.700 millones de euros al año en la concertada. Lo que aún no he logrado entender es el por qué de esta inversión, por muchas vueltas que le doy al asunto.
Y todo este sistema-negocio apoyado por el Partido Popular, Convergencia y Unió, el Partido Nacionalista Vasco, y sí, como no, el Partido Socialista Obrero Español, entre otros. Por lo que se ve, no son capaces, o simplemente no quieren plantar cara a la iglesia católica para acabar con sus chollos. ¿Y qué conclusión se puede sacar de todo esto? Vincenç Navarro lo dice alto y claro: “La reforma educativa de los gobiernos progresistas tiene que, además de incrementar sustancialmente el gasto público en educación, eliminar esa polarización social que está reproduciendo una estructura totalmente clasista que afecta negativamente la calidad del sistema educativo.” Así de fácil. O así de complicado. Según se mire.
martes, 15 de septiembre de 2009
El apocalipsis según Cormac McCarthy
Cormac McCarthy es autor de más de una decena de novelas. Su estilo, cercano a la tradición gótica sureña de autores como William Faulkner, Truman Capote, Flannery O`Connors o Carson McCullers, se caracteriza por una prosa densa, difícil, poco complaciente con el lector, pero valiente y honesta, en la que la violencia se expande por los cuatro puntos cardinales de la obra. Sus personajes tienen muy poco que perder y suelen vivir bordeando el filo de la navaja o sobrepasándolo directamente. Ya vimos, por ejemplo, cómo se las gastaba Anton Chigurh, el escalofriante psicópata asesino de No es país para viejos, que en la versión cinematográfica de los hermanos Cohen interpretó de manera magistral Javier Bardem. Otras obras de McCarthy son: El guardián del vergel, Hijo de Dios, Meridiano de sangre, Suttree y la Trilogía de la frontera, integrada por las novelas Todos los caballos hermosos, En la frontera y Ciudades de la llanura.
En el año 2007, McCarthy fue galardonado con el Premio Pulitzer por una novela que, en mi opinión, es la mejor salida de la pluma de este novelista, y que el tiempo pondrá en el lugar que se merece: entre lo mejor de la literatura de las últimas décadas. Estoy hablando, por supuesto, de La carretera.
La carretera es una novela que deja una huella indeleble en el lector. Aviso a navegantes: Que nadie se acerque a este libro esperando encontrarse con un bestseller. Nada más lejos de la realidad. Mientras la lees, esta novela se va metiendo en tu interior, urgando por ahí dentro, tocando los resortes que toda obra de arte debería tocar para que uno se estremezca de dolor o placer, depende. En La carrertera, McCarthy nos describe un mundo terrible: El planeta ha sufrido una catástrofe atómica y apenas queda un puñado de seres humanos sobre la faz de la tierra. Todo se ha vuelto frío, oscuro, gris, silencioso. En algún país que no se nombra en toda la novela, pero que suponemos debe ser los Estados Unidos, un hombre y su hijo, se dirigen hacia el sur, caminando unos pocos kilómetros diarios, sin apenas alimentos, vestidos con harapos pestilentes, empujando un carrito de supermercado donde llevan todas sus posesiones. Tanto el padre como el hijo parecen recién salidos “de un campo de exterminio.” Muertos de hambre, cansados, asustados. Dos cadáveres caminando sin saber muy bien hacia dónde ni por qué. Sólo porque su instinto de supervivencia así lo ordena, pero envidiando a los muertos. En su peregrinar, pernoctan a la intemperie, cubiertos por un trozo de lona desgastado. Todo escasea, especialmente la comida y el agua, pues la de los ríos y arroyos está contaminada por la radioactividad. Bajo estas circunstancias, no es difícil imaginar que los seres humanos, los pocos que han sobrevivido, se han vuelto despiadados, como animales acorralados que se defienden con uñas y dientes. Nadie se fía de nadie. Y la práctica del canibalismo está a la orden del día. Un mundo completamente abandonado por Dios, parece decirnos el autor. Aquí y allá, el hombre va dejando retazos de recuerdos de su vida anterior: Sus padres, su esposa, su niñez pescando en el río. Una vida que jamás volverá.
A pesar de la dureza de la prosa de Cormac McCarthy y de la desazón que esta produce en el lector, las páginas de La carretera están impregnadas de un hermoso lirismo. Algunos pasajes son poemas en sí mismos. Tengo que decir que la he vuelto a leer por segunda vez dos años después, pues las noticias de la adaptación cinematográfica empujan a ello. Supongo que la traslación a imágenes de las palabras de McCarthy no habrá sido empresa fácil, pero confieso que estoy deseando que se estrene la película. Ya veremos si ha merecido la pena la espera.
lunes, 14 de septiembre de 2009
Bob Dylan Revisited
Voy a intentar recuperarla
pero no las tengo todas conmigo.
Hoy tengo un día terrible
y necesitaré un golpe de suerte.
La condesa escucha al buhonero,
o eso, al menos, me parece a mí.
Después ella dice que rezará una oración
por todas las personas
que se ganan la vida con el sudor de su frente
y se santigua de manera piadosa.
Hay un hombre en el parque.
Es de noche y llueve a cántaros.
Intenta atrapar puñados de lluvia
con sus manos pequeñas,
mientras grita:
alguien tuvo suerte, pero sólo fue un accidente.
La mujer de la calle tiene los ojos vendados.
Está cantando una vieja canción
que escuchó, cuando era pequeña,
en la emisora de música country.
La luz de una linterna le alumbra el rostro.
Después, la mujer de la calle se descalza
y comienza el baile.
Seis caballos blancos galopan
por los dorados raíles del tren
mientras una locomotora lenta se acerca
desde la otra parte de la pradera.
El pájaro forajido de ojos tristes
lo observa todo desde un sauce llorón.
Luego, levanta el vuelo y se pierde.
Monalisa y su hijo de seis años fueron a la feria.
Él se subió en el tiovivo
y ella le regaló un algodón de azúcar de color rosa.
Durante unas horas fueron felices
pero ya están de vuelta
en su infierno cotidiano de hielo negro.
El viejo enterrador sostenía un libro
en su mano izquierda.
Empezó a caer nieve a cámara lenta.
Aquel hombre volvió su rostro hacia el cielo.
Abrió el libro al azar y leyó en voz alta:
sueña, sueña, pues esto también es verdad.
Memphis Minnie llevaba sobre su cabeza
un hermoso sombrero de piel de leopardo.
La vi pasar conduciendo su flamante coche nuevo,
rojo intenso, reluciente como el cielo
de una noche de verano.
Al pasar junto a mí, me guiñó un ojo y me soltó,
eh, tío, ¿te vienes a dar una vuelta conmigo?
Creo que me he enamorado, sin remedio,
de ese sombrero de piel de leopardo.
Debajo del cartel de neón
hay un hombre que me recuerda a Shakespeare.
Su nombre es Jack Horner.
Viste unos zapatos de tacón cubano y un traje negro.
Es un tipo realmente elegante.
Está hablando con una chica francesa.
Ella le dice: Yo soy amiga de Bob.
Y él contesta: Mentirosa. No te creo.
jueves, 10 de septiembre de 2009
La larga marcha hacia la anarquía
martes, 8 de septiembre de 2009
Los hombres que no amaban a las mujeres
Este post tiene que ver exactamente con eso: con los hombres que no amaban a sus mujeres.
En lo que va de año, en nuestro país, cuarenta mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex-parejas. La última, anoche en Utiel, un pueblo de Valencia. Además se da la terrible coincidenica de que esta vez el asesino es un Guardia Civil. Cada dos o tres días una mujer pierde la vida en España por violencia de género y da igual que viva en Málaga, Vigo, Badalona o Donosti. En eso sí que somos todos iguales. En cualquier región de este país se mata a las mujeres de la misma manera. Está claro que algo no está funcionando porque el problema, en vez de remitir, va en aumento. Hoy una en Utiel, ayer en Alicante, el viernes en Vélez-Rubio (Almeria) y así hasta cuarenta sólo en este dos mil nueve. Muchas de ellas son inmigrantes que han venido de otros países buscándose la vida; pero otras son españolas. Así que me da por pensar que el problema no tiene que ver con nacionalidades ni con razas, religiones, culturas, etc. Creo, sinceramente, que el problema tiene que ver, más bien, con el ser humano, con su maldad intrínseca.
No obstane, este problema tiene solución, pues lo mismo que prácticamente se ha terminado con el problema del terrorismo vasco (para mí es igual de grave o tal vez más) mediante la presión policial y con determinadas leyes, también a este terrible problema se le puede plantar cara. Pero para ello hace falta voluntad política y no sólo buenas palabras de la ministra de turno.
Y dentro de tres días, otra.
lunes, 7 de septiembre de 2009
La venganza de los malditos
viernes, 4 de septiembre de 2009
Diego Vasallo no miente
No obstante, el triple salto mortal sin red viene de la mano de Canciones de amor desafinado, el álbum que Diego publica en el año 2000. Todo en este disco es bonito. Desde el título, que me encanta, a la portada, pasando por cada uno de los once temas que lo componen. SI tengo que elegir uno, cosa difícil, me quedo con “Ascensores al cielo”, el tema en el que lo acompaña mi admirado Luis Eduardo Aute. Un disco muy triste, pero ¡qué cojones!, hermoso hasta el paroxismo y donde están presentes todas las influencias de nuestro hombre: la chanson francesa, el pop de los años sesenta, la canción de autor, la poesía contemporánea, Chabela Vargas y un largo etcétera. Todo ello bien mezclado, bien agitado y servido con un gusto exquisito. Dos años más tarde, Diego, acompañado de Suso Saiz, un músico heterodoxo que había militado en Esclarecidos y en La orquesta de las Nubes, productor de numerosos discos del pop español más arriesgado, graba El cuaderno de pétalos de elefante, un disco-libro experimental, adornado con dibujos de Vasallo, donde Suso pone música a los poemas minimalistas de Diego. Pero retrocedamos en el tiempo por un momento. En 2001. Diego y Mikel deciden volver a poner en marcha el proyecto Duncan Dhu, para darle el digno final que merece. De esa reunificación sale Crepúsculo, un tremendo cd con una preciosa portada de Javier Aramburu, y con temas como “Nunca me enamoraría de noche (Jack Nicholson no miente)”, una pequeña gema que pone el listón de la composición muy, pero que muy alto.
Tras el final de Duncan Dhu, Diego continúa con su carrera en solitario. Y lo hace dejando a un lado los agobios de las giras, la presión del mercado, etc. Y es que Diego Vasallo es, como dice su amigo Suso, el único músico español que estando en la cima, ha decidido de manera voluntaria volver a bajar. Porque no debemos olvidar que Duncan Dhu era un grupo de ventas masivas, con miles de fans, y Diego decidió poner punto y final a todo eso. En 2005, Diego se vuelve a meter en un estudio y nos regala otra obra maestra del pop español: Los abismos cotidianos. Una colección de canciones muy cercanas a la perfección, con colaboraciones de Leonor Wantling y Christina Rosenvinge. Esta vez Diego rinde tributo a su idolatrado Enrique Urquijo, versionando ”Demasiado tarde”, uno de los temas que Enrique grabó con Los Problemas. También se incluyen en este cd el poema de Pablo Guerrero “Rosas que arden”, al que Diego pone música, y el tema “La vida te lleva por caminos raros”, que su amigo Quique González incluye en su disco Avería y redención #7. En 2006 Diego riza el rizo y publica dos proyectos simultáneos. Por una parte, lanza un disco recopilatorio, Las huellas borradas 2000-2006, una especie de “pequeños éxitos”, con alguna sorpresa, como es la colaboración del ya mencionado Quique González cantando uno de los temas. Por otra parte, Diego, junto con el poeta Roger Wolfe, firma La máquina del mundo. Once poemas del poeta gijonés de origen británico, musicados e interpretados por Vasallo y donde también se puede escuchar algún recitado de Roger Wolfe. Un disco sorprendente que nos muestra otra faceta distinta de Diego. Un disco, y lo digo porque he hecho la prueba, que a toda la gente que se lo he dado a oír, acaba alabándolo sin remisión.
De momento, hasta aquí llega la historia. Diego Vasallo sigue viviendo en su Donosti natal, donde se dedica a pintar, estudiar Arquitectura, componer hermosas canciones de pop eterno, escribir poemas en verso libre y fundirse la pasta que ganó girando por todo el mundo con Duncan Dhun, aquel grupo de rockabilly acústico que tres chavales formaron para dar rienda suelta a su pasión por los Violent Femmes a principios de los ochenta. Mi consejo es que dejes a un lado los prejuicios bobos y te hagas con alguno de sus discos. O con todos. Y a disfrutar.
jueves, 3 de septiembre de 2009
La bancarrota del capitalismo
martes, 1 de septiembre de 2009
Huye rápido, vete lejos, de Fred Vargas
Debo confesar mi ignorancia y admitir que, hasta hace unos meses, no tenía ni la más mínima idea de quién era Fred Vargas. La primera vez que leí su nombre, fue, como tantas otras veces, en el blog de Negra y criminal, ese reducto de buen gusto disfrazado de librería de género policíaco, ubicada en la Ciudad Condal y dirigida por el detective Paco Camarasa, un tío que se toma su trabajo con pasión desbordada. En un primer momento pensé, para qué voy a negarlo, que Fred Vargas era un hombre y supuse, erróneamente, que era cubano y que pertenecía al grupo de otros magníficos narradores cubanos de serie negra, como Lorenzo Lunar o Amir Valle. Pero, ohlala, resulta que Fred Vargas es el seudónimo de Fréderique Audoin-Rouzeau, una científica parisina nacida en 1957, que en sus ratos de ocio escribe novelas policíacas, que además están de puta madre. Además de la novela que nos ocupa, algunos de los títulos que ha publicado en nuestro país son: Lo que tarda en morir un idiota, Que se levanten los muertos, Sin hogar ni lugar, Bajo los vientos de Neptuno, La tercera virgen o Los cuatro ríos (esta en forma de cómic).
Huye deprisa, vete lejos es, en mi opinión una obra magnífica. Bien construida, muy bien escrita y, ante todo, verosímil, aunque está regada con unas gotitas de realismo mágico. Pero no se preocupen, que esas gotitas no la vuelven indigesta. Lo de que sea verosímil no es algo baladí, pues para mí, cualquier buena novela de género negro que se precie debe ser ante todo, creíble. El comisario Adamsber es un personaje entrañable. Un tipo despistado, incapaz de memorizar el nombre de sus más inmediatos colaboradores, pero con una clarividencia mental para resolver los enigmas, que tira de espaldas.
Ignoro si las demás novelas de Vargas son tan buenas como la que nos ocupa, porque aún no las he leído. Pero en unos meses tendré la solución al enigma. Palabra de lector compulsivo.