viernes, 16 de octubre de 2009

El hermano de Paco Loco

Para contar esta historia necesitamos, en primer lugar, unas coordenadas espacio-temporales. El lugar es el aeropuerto de Lisboa. El tiempo, puede ser, por ejemplo, el penúltimo fin de semana del mes de julio de este mismo año. También necesitamos un protagonista. Ahí va: Nuestra protagonista (a partir de ahora, la protagonista) es una mujer. Treinta y tantos años. Guapa. Ojos hermosos, una mirada que denota una inteligencia bastante superior a la media. Viste vaqueros (ella, con toda seguridad, los llamaría tejanos) desgastados y una camiseta roja, con la leyenda "united colors of benetton" escrita en blanco, a la altura de las tetas. Calza unas sandalias que dejan ver unos pies delicados. Es ejecutiva de una gran empresa (Directora general de no sé qué, para más señas) que gestiona, pongamos por caso, seguros. Sí, eso nos vale. Pero no está en Lisboa por trabajo. Está pasando unos días de descanso. No sabría explicar por qué eligió esa ciudad europea para sus vacaciones. Pero allí está. Ahora regresa a su casa. Para el desarrollo de nuestra historia no es importante su lugar de origen, por tanto, lo obviamos. Nuestra protagonista está sentada esperando su avión. Sostiene un libro en las manos. Es un pequeño libro de bolsillo, de color verde: El gran sueño del paraíso, de Sam Shepard. Creo que ese nos puede servir. En el momento que empieza esta historia, ella está leyendo un relato titulado "Viviendo según el cartel". Va por la página 78, exactamente por esta frase: "...pero ella no estaba por ninguna parte." En este punto exacto comienza nuestro relato.

Un tipo se acerca caminando hasta donde nuestra protagonista está sentada, enfrascada en su libro de Shepard. Su andar, el del tipo, por supuesto, es pausado. Se sienta a su lado. Viste completamente de negro: vaqueros negros, camisa de manga corta, botas. Luce gafas de sol oscuras. Lleva el pelo largo recogido en una coleta. De repente, dice, con una voz suave y ademanes educados que su hermano es Paco Loco. Esa es su primera frase. Mi hermano es Paco Loco. Luego añade: Vengo de El Puerto de Santa María, de su casa. Continúa su charla y le dice a la mujer que Nacho es un tío cojonudo. Y apostilla: Tiene un local de copas en Gijón. Luego le toca el turno a un tal Enrique, aunque de éste no habla tan bien. Confiesa que su hermano, durante la grabación de El tiempo de las cerezas, acabó hasta los cojones (lo dice así, hasta los cojones, recalcando la palabra cojones) de él. Luego, saca un cigarrillo y se lo pone en la boca. No lo enciende. Sólo lo coloca en la boca, como jugando con él. Añade: Mi hermano no se llama Paco Loco. Nadie en el mundo se puede llamar así. En realidad su nombre es Francisco Martínez. Si alguna vez necesitas su estudio de grabación, sólo cuesta 300 euros al día, pero en el precio va incluida la piscina, la comida y la cama para todos los músicos. La mujer piensa que es un buen precio, pero sólo si la grabación es en verano. De lo contrario, no se explica para qué coño quiere uno la piscina. Pero se abstiene de hacer ningún comentario. De todas formas no tiene pensado por ahora grabar ningún disco. Pero no está de más saberlo, piensa. Durante unos minutos, los dos permanecen en silencio. De pronto, el tipo, el que asegura ser hermano de Paco Loco, se levanta y dice: Ha sido un placer conocerte. Lo mismo digo, contesta la mujer. Y ella sigue leyendo por donde se había quedado.

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