jueves, 19 de noviembre de 2009

Emily Dickinson

Qué terrible es amar y no ser correspondida, 
dulce niña de ojos invernales. 
Como la noche, tienes estrellas en las manos,
en el vientre, secretos inconfesables,
y en tu pelo negro, un ramillete
de deseos frustrados. Y en silencio,
como ella, escribes versos que desgarran.
La muerte se erige en tu musa más fiel,
tu consejera, tu amiga, tu amante, tu hermana.
Allá en los remotos confines del silencio,
qué extraño, la muerte tiene forma de poema.

(Este poema está incluido en mi libro Desorden, y está dedicado, obviamente, a la gran poeta americana Emily Dickinson.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.