martes, 10 de noviembre de 2009

Un poema de amor para Tess (Raymond Carver)

Apura de un trago su vaso de Old Crow y teclea el último verso de su último poema: just how much I love you. Es un poema de amor. Se titula Hummingbird. Y es para su mujer, Tess.
Luego se acerca hasta el mueble donde guarda la bebida y se llena otra copa de bourbon. Le añade un poco de hielo y enciende un cigarrillo. Apaga la música —Miles Davis, Kind of blues— y decide salir al frío de febrero a mirar un rato las estrellas. Son casi las tres de la mañana. El murmullo del viento meciendo las hojas de los árboles. Levanta la vista al cielo y se traga el humo transparente de su Chesterfield. Cierra los ojos un segundo y se dice a sí mismo: Así debe ser la muerte.
El silencio. La quietud. La soledad.
Luego piensa en Tess, dormida, en ese mismo instante, en la cama que ambos comparten. Su hermoso pelo rojo que le cae en cascada por la espalda. Su piel blanca que brilla en la oscuridad. Sus ojos azules que lo hipnotizan. Apaga el cigarrillo y se alegra de estar vivo. Después entra de nuevo en la casa. Se sienta ante la máquina de escribir y vuelve a leer el poema que ha escrito para ella: Suppose I say summer...

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