Esta mañana,
mientras conducía, despacio, hacia el trabajo,
he visto a una chica despampanante
que hacía autostop en el arcén.
Era alta,
una gran melena oscura y rizada caía sobre su espalda,
ojos negros, brillantes como estrellas fugaces,
largas piernas enfundadas en medias de malla,
cuerpo de estatua griega.
Perfección geométrica.
Al pasar junto a ella
no he podido evitar detenerme.
He abierto la puerta derecha de mi coche
y he puesto la mejor de mis sonrisas.
Le he preguntado a dónde se dirigía
y después la he invitado a subir.
Ella
se ha sentado en el asiento del acompañante
y mirándome a los ojos se ha presentado:
Hola, me llamo Tristeza. Eso ha dicho.
Bienvenida a mi mundo, Tristeza, he contestado,
sosteniéndole la mirada.
Y nos hemos ido juntos.
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A partir del análisis del nuevo disco de The Black Crowes, *Happiness
bastards*, Eduardo Izquierdo teje un entramado de razones para comprender
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Hace 2 horas
La vida te aporta cada día una cosa nueva. A mí, ayer me enseñó que hasta los espagueti carbonara saben a comida basura si no los comes en compañía. La Tristeza y la Soledad son buenas amigas y van de la mano.
ResponderEliminarCon esa descripción, no me importaría pasar un fin de semana con ella.
ResponderEliminar¿Con la Tristeza o con la Soledad?
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