lunes, 5 de julio de 2010

Mi amiga Lucía

Para Lucía, que se nos jubila del trabajo, pero jamás de la amistad

Yo tengo una amiga que se llama Lucía. Mi amiga, a simple vista, es como el resto de la gente. Pero si uno se fija bien, pronto se da cuenta de que no, de que estaba equivocado, de que esta mujer es como un copo de nieve o como una huella dactilar. Algo único. Algo que sólo ocurre una vez en la vida.
La primera vez que hablé con Lucía, tuve la extraña sensación de que la conocía desde siempre. Apenas soy capaz de recordar los detalles de aquella primera conversación, la ropa que llevábamos puesta o la gente que estaba a nuestro alrededor. Y sin embargo, recuerdo perfectamente que sentí una extraña conexión con ella, como si un hilo invisible nos uniese a los dos. Afortunadamente, a día de hoy, esa conexión sigue intacta.
Durante el tiempo que fuimos compañeros de trabajo me encantaba charlar con ella. Las conversaciones con Lucía siempre eran jugosas, inteligentes, a veces divertidas y otras no, pero siempre, siempre, merecían la pena.
Pronto fui descubriendo matices en su personalidad. Así, me encontré con la mujer comprometida, con la combativa, con la luchadora, con la feminista; me encontré con una mujer solidaria, enemiga feroz de las injusticias, defensora de los desfavorecidos; me encontré con la mujer entregada en su trabajo, cariñosa con los peques, trabajadora incansable. También fui encontrando una Lucía con la que podía hablar de tal o cual película que nos había gustado a los dos, de poesía, de canciones.
Una de las cosas que más me gustan de ella tiene que ver con una dualidad de su carácter. Lucía puede ser la mujer más dulce, la más tierna, una persona encantadora, o puede ser dura como una roca o como el acero inoxidable. Todo depende.
Otra característica de Lucía es que es completamente transparente. Y cuando digo que es transparente no estoy diciendo que no se vea, todo lo contrario: lo que digo es que deja ver con toda claridad lo que hay dentro de ella. Para que nadie se engañe.
Pero si tuviese que elegir una única característica de mi amiga Lucía, ese rasgo que la hace personal e intransferible, elegiría, sin duda, su manera de volar. Esa capacidad para elevarse en el aire, ingrávida, luminosa, pasional, con esa elegancia tan natural. Yo pienso que para hacer algo así uno debe poseer una cualidad innata, haber nacido con esa gracia, como dicen en mi pueblo. Hay gente que sabe pintar, hay gente que se da buena maña con la cocina y hay gente que sabe besar. Pues Lucía sabe volar. Tal vez por eso sus amigos, sus amigas, su familia, la queremos tanto. Porque no es frecuente cruzarse en la vida con mujeres que vuelen así de bien.

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