miércoles, 1 de agosto de 2012

Rajoy y el Bálsamo de Fierabrás

En el capítulo X de la inmortal novela de Miguel de Cervantes El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el majadero hidalgo manchego, protagonista de la obra, le habla a su escudero, el fiel Sancho Panza, por primera vez, de un remedio cuyas propiedades tienen la virtud de curar todos los males, y no sólo del cuerpo sino también los del espíritu. El remedio en cuestión es el Bálsamo de Fierabrás.
Un poco más adelante, en el capítulo XVII, tras recibir una monumental paliza, el caballero andante decide concebir la pócima mágica partiendo de una receta que él, y sólo él, dice conocer. Ni que decir tiene que la receta, más que curar, casi acaba con la vida del pobre Sancho Panza, pues lo único que siente el infortunado escudero tras ingerir el brebaje, son unas terribles ganas de cagar.
Precisamente esta sensación es la que están experimentando la gran mayoría de los ciudadanos del estado español con “el gobierno de los mejores” de Mariano Rajoy.  El político gallego, en la campaña electoral que lo llevó a ganar las elecciones el pasado 20 de noviembre, cual don Quijote mentecato, majareta y psicotrópico, se fabricó su propia receta del Bálsamo de Fierabrás y se la vendió a 10.830.693 españoles, muchos de ellos votantes habituales del PP, pero también hubo algunos otros, gente que en su vida había confiado en la derecha, que llevados por la desesperación del desempleo, de la situación económica y de la política errática del presidente Zapatero y el PSOE, mordieron el anzuelo y bebieron del mejunje de Rajoy.
En estos ocho meses de desgobierno conservador, hemos visto que la particular receta del Bálsamo de Fierabrás fabricado por Mariano Rajoy no lleva aceite, vino, sal y romero como la del caballero andante. Qué va. La receta de Rajoy está hecha con una gran cantidad de recortes en la educación y la sanidad públicas; la supresión de la paga extra de navidad en los sueldos de los trabajadores públicos; otro gran tijeretazo en ayuda al desarrollo, a la dependencia y a los inmigrantes, a los que ha dejado sin asistencia sanitaria con sólo chasquear los dedos; un chorrito de amnistía fiscal para contentar a los tahúres y a los forajidos; otro chorrito de hacer la vista gorda con los corruptos, los malversadores y los tramposos; un par de puñados de recortes a las ayudas por desempleo y a las ayudas sociales, del tipo que sean; una buena cantidad de subida del IVA, IBI, IRPF y de la energía; una subida de la prima de riesgo que no se baja ni con paños fríos; una ayudita de cien mil millones de euros a los banqueros que para eso son sus amiguitos; un estacazo al mundo de la cultura del que no se va a recuperar en los próximos treinta o cuarenta años y una reforma laboral que échese usted a temblar si tiene la mala suerte de que ésta lo mire de frente y así, hasta llegar al ingrediente secreto: una ley del aborto donde, tachín tachán, no se permita el aborto bajo ningún concepto o vendrá la Santa Inquisición y te torturará por ser una asesina de fetos.    
En fin, que muchos de los incautos que se tragaron esta mierda de bebida, ahora están pagando las consecuencias. Lo malo es que, al contrario de lo que ocurre en la obra de Cervantes, somos todos los españoles los que estamos padeciendo los efectos ultra (y nunca mejor dicho) laxantes de la pócima de Rajoy.

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