martes, 31 de julio de 2012

VIII Berja-Rock 2012


Mi amiga Rocío Domínguez, directora de la Biblioteca de Berja (Almería), me envía información sobre el VIII Berja-Rock 2012 (pinchando aquí puedes consultar las bases), que se celebrará en la hermosa localidad almeriense de Berja a mediados del próximo septiembre. El concurso está organizado por la asociación cultural la nave de Mo y cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de Berja, algo que en estos tiempos de recortes generalizados y de ataques con misiles contra el mundo de la cultura, me parece casi un milagro.
En fin, a lo que íbamos. Que si tienes un grupo de Rock, Rock and Roll, Punk, Metal, Heavy, Indie, Hard Core, Folk Rock, Soul, Funk, Grunge, Garage, Ska, Blues, Rhythm & Blues, Pop, etc. (como se puede observar tienen buena boca los de la nave de Mo),  y no tenéis editado ningún trabajo discográfico (los discos autofinanciados no cuentan), ni contrato firmado con discográfica o empresa de management, puedes presentarte a este concurso y optar el premio de mil euritos que, la verdad, está bastante bien. Así que chicas y chicos, ya sabéis, daros prisa y apuntaros al concurso de rock de Berja. Os aseguro por experiencia propia que merece la pena pasar por este maravilloso rincón andaluz. Suerte a todos los que decidan presentarse.

lunes, 30 de julio de 2012

El Banco de Alimentos de Granada inicia una investigación sobre una residencia universitaria religiosa que podría estar lucrándose con alimentos gratuitos

La noticia saltaba esta mañana a los medios locales. El Presidente del Banco de Alimentos de Granada, Antonio López, ha admitido hoy que existe una denuncia contra la Residencia Universitaria Madre Teresa Rodón de la capital granadina, gestionada por la congregación de las monjas franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo. De esta manera, según publica hoy el Diario Ideal, las monjas podrían llevar una década utilizando, supuestamente, la comida que reciben de manera gratuita en el Banco de Alimentos, para la manutención de las alumnas que se alojan en dicha residencia. Hay que señalar que cada alumna paga en torno a unos 600 euros por alojarse y comer en la Residencia Madre Teresa Rodón.
El Presidente del Banco de Alimentos ha explicado que, aunque ellos no son policías y no tienen porque estar investigando a la gente que acude a esta ONG a por comida, van a iniciar una investigación, pues los hechos, de ser ciertos, le parecen bastante graves. Los estatutos de esta ONG prohíben tajantemente que nadie se lucre con las actividades de la organización. Las monjas retiran alimentos para 55 personas de manera totalmente gratuita.  
Po su parte, una portavoz de las religiosas se ha limitado a decir que la denuncia es una rabieta de un ex trabajador del centro por haber sido despedido, y que “no quieren entrar a valorar, desmentir o confirmar esta denuncia pública”, según explica el Diario Ideal.
Por su parte, el ex cocinero, que ha sido quien ha interpuesto la denuncia, ha manifestado a Canal Sur que esta práctica era lo habitual y que además se solían servir muchos alimentos que ya habían sobrepasado la fecha de caducidad. Las monjas, en su página web, hacen hincapié en la gran calidad de la comida que sirven a sus alumnas, y en los beneficios de la dieta mediterránea.

martes, 24 de julio de 2012

El desahucio de la familia Botín


y una niña susurra a tu oído
que han desahuciado a la familia Botín
Nacho Vegas 


El hombre que llora desconsoladamente sentado en el sofá tiene aspecto de buenazo. Lo delatan sus ojos de perro apaleado. Una persona con esos ojos no puede ser mala. La conclusión a la que uno llega al mirar esos ojos es que a ese hombre la vida no lo ha tratado con amabilidad. Miles de arrugas surcan su rostro, cubierto por una piel achicharrada por el sol. Apenas le queda pelo sobre la cabeza y el poco que hay es blanco como la nieve. Ese hombre se llama Emilio Botín García. Tiene 77 años. El sofá es de color crema, viejo y sucio. Fue comprado hace más de 30 años en una de las tiendas de muebles del barrio, pero como solía decir Paloma, la mujer de Emilio, todavía da el apaño. Paloma aún es capaz de recordar, como si lo hubiese acabado de comprar hace cinco minutos, lo que pagó por él: cincuenta mil pesetas de la época. Un pastón. Tuvo que pagarlo a plazos. Ahora, el sofá color crema, viejo y sucio, está ocupando parte de la acera. El resto de los muebles, que están para el arrastre, y unas cuantas cajas con ropa, vajilla, fotos viejas de las bodas de sus hijos y de las comuniones de sus nietos, y otras pertenencias de la familia Botín, ocupan el resto de la acera y parte de la calzada. La familia Botín no tiene sitio a dónde ir. Están, literalmente, en la puta calle. 

El hombre que llora desconsoladamente sentado en el sofá nació en Santander, el día 1 de octubre de 1934, justo cuando, muy cerca de su tierra, en Asturias, los obreros creyeron que las cosas podían cambiar y que si en Rusia había sido posible, en España no iba a ser menos. Pero en España fue menos. Y en vez de Revolución, lo que tuvieron Emilio y el resto de los españoles fue, sobre todo, una gran escasez de comida y de libertad. Emilio había nacido en una familia obrera, pobre y de izquierdas, lo que, sin duda, lo marcaría profundamente para el resto de su vida. ¡Me cago en dios!, solía decir cuando se cabreaba por motivos de dinero, si mi padre hubiera sido rico…
Pero su padre no había sido rico.
Así que a Emilio le tocó trabajar como a una bestia durante toda su vida. Casi siempre en la construcción, excepto algunos períodos cortos en alguna otra cosa. Había estado trabajando desde que era un mocoso de seis o siete años. Era tan pequeño cuando empezó que no se acordaba con precisión. Daba igual. De lo que sí se acordaba perfectamente era de que al primer día en el tajo le había seguido otro, y a ese otro más, y a ese otro más, y así sucesivamente hasta el mismo día de su jubilación, que había tenido lugar a los setenta años de edad. Porque esa era otra. El pobre Emilio, gracias a las sucesivas reformas laborales había tenido que estar trabajando hasta el mismísimo día en que cumplió los setenta años. Y ahora, a sus setenta y siete años, cansado ya de luchar, de bregar como un buey, como él decía, enfermo de cáncer, a las puertas de la muerte, se veía sin un maldito techo donde cobijarse y con una pensión que era una puta mierda. 

Un desalojo, otra ocupación, grita un grupo de chicos jóvenes, reunido en la puerta de la vivienda de Emilio y Paloma para intentar detener el desahucio. Chicos con rastas en el pelo, con piercings en las orejas, en los labios, en las cejas; con camisetas de Metallica y el Ché Guevara, y estrellas rojas de cinco puntas tatuadas en los brazos. Indignados, se autodenominan. Pertenecen a grupos como 15-M y Plataforma de Afectados por la Hipoteca. También hay gente de otros colectivos: de CNT, el sindicato anarquista; de Democracia Real Ya, la plataforma ciudadana; de Izquierda Anticapitalista; y de diversos colectivos feministas, ecologistas, pacifistas, etc. En total hay unas trescientas personas de todas las edades. Provienen de los barrios obreros de Madrid. Barrios donde, en los últimos tiempos, han proliferado como setas los desalojos de familias trabajadoras. En ningún otro desalojo se ha visto tanta gente como en este, dando la cara por la familia desahuciada, defendiendo su derecho constitucional a una vivienda digna. Desde la otra punta de la calle, llegan otras consignas, gritos de guerra que incitan al combate. Qué pasa, qué pasa, que no tenemos casa, gritan al unísono un grupo de amas de casa que recuerdan a Carmen Maura en la película de Pedro Almodóvar, Qué he hecho yo para merecer esto. Y también: familia desahuciada, casa ocupada; o todo un clásico del género subversivo: el pueblo unido, jamás será vencido, y otros eslóganes parecidos. Un grupo de parados sostiene una gran pancarta blanca en la que alguien ha escrito con pintura roja, “Que desahucien a Juan Carlos”. Otros lanzan sus soflamas contra el presidente del gobierno, que a esta misma hora y no muy lejos de allí, mantiene una reunión de trabajo con la canciller alemana para rendirle cuentas por el plan de ajuste económico del gobierno; también se grita contra los principales banqueros del país, sobre todo contra los mandamases del Banco de Santander, del BBVA, de Caixabank y de Bankia, a quienes se culpa de la ola de desahucios que están viviendo las familias españolas, e incluso los hay que echan las culpas directamente a la Conferencia Episcopal. Aquí no se escapa ni dios. 

Desde las ocho de la mañana, la calle Virgen de Lluc del distrito de Ciudad Lineal de Madrid, donde Emilio y Paloma han vivido durante media vida –se dice pronto- parece el escenario de un campo de batalla: los efectivos de los antidisturbios han tomado toda la calle. En este mismo momento se pueden contar más de quince furgonetas de la Policía Nacional y unos 60 agentes antidisturbios, parapetados tras los escudos y preparados con las porras en las manos. Durante toda la mañana, por el megáfono, se ha hecho hincapié en que este es un acto de resistencia pasiva, pacífica. Nadie debe plantar cara a la policía ni en el supuesto de que las fuerzas de seguridad carguen contra la gente aquí reunida. Nada de violencia. Sin embargo, nunca se sabe cómo puede acabar todo esto. 

El piso de Emilio Botín fue subastado por impago y se lo adjudicó, como suele ocurrir en el cien por cien de los casos, por ausencia de otras ofertas, el banco con el que Emilio tiene la deuda, el Banco de Santander. Ya hubo un primer intento de desahucio el día 16 de junio, pero gracias al apoyo popular, sobre todo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, no se pudo llevar a cabo. Sin embargo, esta mañana, la jueza, Lucía Castillo Quirós, titular del juzgado número 31, ha cambiado de estrategia y ha pedido al Ministerio del Interior que pongan los medios necesarios para que se ejecute el desahucio, no vaya a ser que cunda el ejemplo y la gente se rebote y no pague ni el copón bendito. Cosas del capitalismo. Así que a las ocho de la mañana el barrio parecía un estado paramilitar debido a la presencia masiva de efectivos de la policía. El desahucio, esta vez sí, ha sido todo un éxito. 

Antes de ser expulsado de su propio piso, el señor Botín ha salido al balcón a darles las gracias a las personas que se han concentrado para defenderlo, a él y a su familia, de la avaricia sin límites del banco y los banqueros y ha aprovechado para decir, con la voz temblorosa por la emoción, que ni él ni los suyos son morosos sino pobres, que es muy diferente. En el piso de Emilio han vivido hasta hoy seis personas: además del propio Emilio y de su mujer, Paloma, estaban su hijo Javier, que está divorciado, y lleva más de tres años sin empleo, buscando sin encontrar; su hija Ana, viuda, con sus dos hijos, un chico que cursa Bachillerato y una chica que, a pesar de ser licenciada en Empresariales y hablar inglés con fluidez, está en paro. En el hogar de los Botín no entra más sueldo que la pensión del abuelo, seiscientos euros, pero ellos se las apañan como pueden. Milagros de la economía doméstica.   

En la acera, sentado en el sofá que una vez fue nuevo pero que ahora está desvencijado y sucio, Emilio continúa llorando. Y ahora también ha empezado a llorar Paloma. Sentada junto a su marido, a la mujer se le parte el corazón al verlo llorar amargamente delante de tanta gente, de tantos periodistas y cámaras de televisión. Su marido, que siempre ha sido un hombre íntegro para quien lo más importante de todo era mantener intacta su dignidad. Y ahora, ahí lo tienes, llorando a moco tendido delante de toda España: viejo, moribundo y desahuciado. Llorando como una pobre plañidera. Su pobre Emilio, con el que no había podido jamás nadie. Junto a Emilio y Paloma también están sus seis hijos: Ana, Carmen, Emilio, Carolina, Paloma y Javier. También los nietos de Emilio y Paloma andan por aquí.   

A pesar de que el abogado de la familia ha intentado aplazar cuanto ha podido el desenlace final, no ha habido manera legal de detener lo inevitable. Se interpuso una querella por estafa y apropiación indebida, pero fue desestimada por el Juzgado. Se subastó el piso y el mismo Banco de Santander lo compró por la mitad de su precio real. Un negocio redondo para el banco.  

Una portavoz de la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca, una chica de aspecto nervioso que no aparenta tener más de 20 años, ha manifestado al grupo de periodistas que cubría el desalojo: “En el reino del Borbón, a los jubilados se les quita su casa, pero los banqueros y los políticos disfrutan de todos sus privilegios, de sus sueldos galácticos, de sus coches oficiales, de sus mangoneos, de sus ropas carísimas y de los restaurantes de lujo. Si los trincan robando, no pasa nada, porque luego los absuelve un jurado popular. Mientras tanto, un montón de gente carece de lo básico: comida diaria y un techo digno bajo el que cobijarse. Esto es lo que hay: los ricos, cada día más ricos, y los pobres, cada día más pobres. Y a joderse.” Todo esto ha dicho la portavoz, nerviosa por la falta de costumbre de hablar ante tantos micrófonos y cámaras de televisión, mientras el pobre Emilio Botín García, de 77 años de edad, enfermo, triste, con el alma mutilada, llora desconsolado porque después de toda una vida trabajando, se ha quedado en la puta calle. Y con él, su mujer, dos de sus hijos, y dos de sus nietos. 

(Nota: este relato es completamente ficticio, y está basado en los versos introductorios de Nacho Vegas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.)

lunes, 23 de julio de 2012

Algunas veces...


Algunas veces no sabría decir si estoy completamente chiflado o el mundo es una cloaca sin fondo (…)
James Crumley

jueves, 19 de julio de 2012

Manifiesto de los medios musicales: la cultura no es un lujo

La cultura no es un lujo


Tras el anuncio de las últimas medidas tomadas por el Gobierno de España relacionadas directamente con materias culturales, un considerable grupo de medios musicales del país hemos decidido unirnos para manifestar una común disconformidad. Esperamos que lo expuesto a continuación sea compartido anímicamente y respaldado dentro de lo posible por nuestros lectores, tan afectados como nosotros mismos.

Todas las cabeceras que firmamos este manifiesto tenemos en común la pasión por la música, que cada cual refleja a su manera, de forma peculiar e independiente. Más allá de eso otra característica nos define prácticamente a todas: salvo algunas excepciones, en nuestras páginas el comentario político había sido hasta hoy, cuando algunas ya están cerca de los treinta años de existencia, tangencial o incluso inexistente. Sin embargo, vivimos un momento histórico extraordinario que requiere de respuestas no menos extraordinarias por parte de todos. No se nos escapa que España pasa por momentos muy complicados. Tampoco que en esta situación se demanda del ciudadano de renta media-baja un esfuerzo enorme que se traduce cada día en cientos y miles de nuevos dramas humanos. A la vez, asistimos atónitos a los beneficios millonarios de los directivos de esas cajas que han quebrado el país, a las suculentas indemnizaciones de altos cargos que abandonan sus puestos de responsabilidad en medio del escándalo, a la indecencia de buena parte de nuestros políticos. En medio de este paisaje el Gobierno ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca a una situación ya insostenible tomando una serie de medidas que condenan a la ciudadanía en general a poco menos que la indigencia y a un sector determinado, el de la música y la cultura popular, a la desaparición.
Entre las medidas adoptadas el pasado viernes 13 de julio se encuentra el incremento del 8% al 21% del impuesto del valor añadido (IVA) sobre el precio de las entradas a salas de cine, teatros, festivales musicales y conciertos. Es el definitivo golpe de gracia para un sector que depende del gasto en ocio para su supervivencia y que ha ido viéndose acorralado progresivamente por las decisiones de nuestros gobernantes. Porque en el mundo de la música popular, a diferencia de otros sectores industriales e incluso culturales, la subvención siempre ha sido escasa cuando no directamente nula y, sin embargo, la lista de zancadillas a la iniciativa privada por parte de las Administraciones es interminable: desde la promesa incumplida por parte del anterior Gobierno de considerar los discos y directos como producto cultural y rebajar su IVA al 4%, hasta la prohibición a acceder a una sala de conciertos a los menores de edad, pasando por las periódicas trabas a promotores y hosteleros para impedir que programen música en directo. Especial hincapié merece la nula respuesta que han dado nuestros gobernantes durante la última década al problema de las descargas ilegales, que se ha llevado por delante infinidad de puestos de trabajo en discográficas y distribuidoras.
Discográficas, distribuidoras, promotores, salas, empresas de promoción y comunicación, técnicos y por encima de todo músicos son los damnificados del desprecio y hasta rencor que muestran nuestros gobernantes para con un sector que supone buena parte de ese 3% del PIB generado por la cultura y que se encuentra en proceso de descomposición. También uno de los mejores escaparates posibles para esa marca “España” que a nuestros políticos tanto les gusta pasear: ¿alguien duda lo mucho que hacen por la imagen y la economía de este país nuestros músicos o festivales?
Por supuesto entre los damnificados también nos encontramos nosotros, la prensa especializada, que vemos cómo la publicidad (una importante fuente de ingresos. Y otra vez insistimos: que no el dinero público) se bate en retirada. Primero se fueron las discográficas como consecuencia de las nulas ventas, luego las grandes marcas a causa de la caída en el consumo y ahora lo harán los promotores, salas y festivales, condenados por la subida del IVA del ministro de Hacienda, el señor Montoro. Esto, unido a la inevitable caída de las ventas de quiosco, definitivamente nos deja en una situación difícil de sortear.
Por eso, la razón de ser de este manifiesto es doble.
Por un lado, mostrar nuestra absoluta solidaridad con el resto de compañeros del mundo de la música, brindar nuestro apoyo y demandar el suyo a la vez: si de todo esto algo se salva será únicamente por la fuerza que mostremos unidos.
Y por otro, dirigirnos a todos los que nos leéis, que nos consta que sois muchos y fieles. Lo cierto es que el tiempo se ha acabado y nos encontramos ante un ahora o nunca: o reclamamos aquello que consideramos justo o nos veremos privados de ello para siempre. Y esta advertencia se refiere tanto a la posibilidad de ver a tu grupo favorito tocando en tu ciudad como al acceso a la educación y la sanidad. No nos corresponde a nosotros señalar a unas siglas concretas, pero sí pedirte con todas nuestras fuerzas coherencia y que actúes conforme a tu conciencia desde hoy mismo respecto a todo lo que está ocurriendo a tu alrededor, vivas en Barcelona, Madrid, Burgos o un pueblecito de Galicia. No te calles. No te acomodes y reclama lo que consideras que es justo. Y si a pesar de nuestro esfuerzo nos lo siguen negando, no te olvides de cuanto ha ocurrido estos últimos años cuando llegue la hora de votar.

 Firmado: