jueves, 1 de agosto de 2013

Los ladridos poéticos de Javier Corcobado



El próximo día 7 de agosto, a las diez de la noche, el músico y escritor Javier Pérez Corcobado (Frankfurt, 1963), simplemente Corcobado para el mundo de la música, estará tocando en el Auditorio de la Villa de Salobreña, presentando su último disco, el ep Te estoy queriendo tanto, que es la continuación de su disco Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad, un cd publicado en 2011 en el que realizaba once versiones — desde Spacemen3 hasta José Alfredo Jiménez, pasando por Caetano Veloso, Serge Gainsbourg o Manuel Alejandro— de diferentes temas, de los que han supuesto una influencia importante en la carrera de uno de los músicos más potentes de cuantos recorren los escenarios españoles. Aprovecho para advertirte: si ese día estás cerca de Salobreña, no desaproveches la ocasión de asistir a un concierto de Javier Corcobado. Ya te advierto que merece la pena ver una de sus actuaciones.  
Pero hoy no voy a hablar de la faceta musical de Corcobado. De lo que realmente quiero hablar es de su carrera poética, una cara del músico menos conocida para la mayoría de la gente, o al menos, no conocida de la misma manera en que se conocen sus discos, sus canciones y sus proyectos musicales.
Y es que el músico madrileño ya tiene a sus espaldas una importante bibliografía, sobre todo, en cuanto a obra poética se refiere. Pero vamos por partes. La obra literaria de Corcobado abarca la prosa y la poesía. Como prosista ha publicado una novela, y algunos relatos en revistas especializadas. Su única novela hasta la fecha es El amor no está en el tiempo, que fue publicada en el año 2005, por la editorial salmantina Tropismos. La novela narra la historia de una familia bastante atípica, en diferentes épocas de sus vidas. Se trata, para mi gusto, de una historia demasiado ambiciosa, que no acaba de cuajar, aunque es recomendable, sobre todo, si la comparamos con la mayoría de bazofias que se publican a diario, y pasan por ser obras de calidad. El estilo de Javier Corcobado como novelista, directo y claro, se puede inscribir en la línea de los narradores españoles de los años cincuenta, gente como Luis Martín Santos, Ignacio Aldecoa, Juan Benet, etc., escritores por los que Corcobado nunca ha ocultado su admiración, sobre todo por el autor de Tiempo de silencio, una de las obras de cabecera de Corcobado.
La obra poética de Corcobado ya es otro cantar, tanto en cantidad como en calidad. Ha publicado, hasta el momento, Chatarra de sangre y cielo (Ediciones Libertarias, 1990), El sudor de la pistola 13 (Ediciones Libertarias, 1996), Yo quisiera ser un perro, Poesía completa 1997-2007 (Ediciones El gaviero, 2007), una preciosa antología que recopilaba los dos primeros poemarios, así como tres libros más de poemas que nunca llegaron a ver la luz como obra editada, Edad sol (1996), Perpetuo viaje sin hogar (2002) y Poemas de Almería (2007). Su último libro de poemas hasta la fecha es Cartas a una revista pornográfica viuda (Arrebato libros, 2009).
Cuando leo la poesía de Javier Corcobado, se me vienen muchos nombres  a la cabeza —como ocurre con casi todo el mundo, por otra parte—, nombres como los de Charles Bukowski, Antonin Artaud, Leopoldo María Panero, Fayad Jamis, Charles Baudelaire, así como imágenes que permanecen dormidas en el subconsciente, como si de una película de Buñuel se tratase. El universo poético corcobadiano, como ocurre con el musical, está repleto de dolor, de muerte, de violencia, de drogas y alcohol, de pañuelos de papel manchados de semen y otros fluidos corporales, pero también hay en él espacio para el amor, amor bestial pero también amor de tonalidades más o menos suaves y hermosas, o al menos, todo lo convencionalmente suaves y hermosas que pueden ser tratándose del tipo que instauró el ruidismo en el rock de este país.
Para quien no lo conozca en su faceta como poeta, diremos que al Corcobado poeta le gusta transitar por caminos oscuros e intrincados, caminos incómodos y experimentales, caminos rebosantes de transgresión, caminos de desolación y ferocidad, porque para él, creo yo, la vida sin riesgo, no merece la pena ser vivida. Y la poesía, como ocurre con la vida, sin riesgo, sin terror, sin dolor, sin libertad para hacer lo que a uno le plazca, en definitiva, se vuelve blandengue, viscosa, acomodaticia, y eso, me consta, no le debe gustar nada a Javier Corcobado.
De cualquier manera, si alguno de estos poemarios cae, casualmente, en tus manos, no lo dejes pasar de largo. Ábrelo y zambúllete de lleno en sus páginas, en sus versos hirientes y sus metáforas sorprendentes. Seguro que no te deja indiferente. Ya es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría de la poesía y de los poetas contemporáneos. Y eso no está nada mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.