viernes, 27 de septiembre de 2013

Grandes, oscuros, profundos



El día veintiocho de febrero 

del año dos mil doce,

junto al Arroyo del Navajo,

en el Valle de Juárez,

Estado mexicano de Chihuahua,   

fue encontrado sin vida

el cuerpo de la joven

Brenda Berenice Castillo García.

Había sido secuestrada

en el corazón mismo de Ciudad Juárez,

a plena luz del día,

el seis de enero del año dos mil nueve.

Brenda había ido hasta allí buscando un empleo.

y lo había hecho ella sola,

Su madre no pudo acompañarla,

como era el deseo de ambas, 

porque no tenían dinero suficiente

para pagar dos billetes de autobús.
                           


Aquel fatídico Día de Reyes

en el que Brenda desapareció para siempre,

la muchacha tenía diecisiete años

y un hijo de un mes,

al que alimentaba con la leche,

dulce y tibia,

de sus pechos adolescentes.


Dice el informe del forense que practicó la autopsia

que los asesinos de Brenda

le sacaron los ojos antes de matarla.


Dice la mamá de Brenda

que los ojos de su hija

eran grandes, oscuros, profundos.


Como el sufrimiento de Ciudad Juárez.


Grande, oscuro, profundo.

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