Un ángel
despistado
va
por la calle
vagando entre la
multitud,
tarareando la melodía
de una canción
de Lou Reed
que se llama
Canto fúnebre
del ángel negro.
Nadie ha reparado
en el extraño color
de sus alas.
(Este poema está incluido en mi libro El placer de ver morir a un ángel (Ediciones Huerga y Fierro, 2009) y esta dedicado a la memoria del genial Lou reed, por todas esas maravillosas canciones y esos discos llenos de energía y rabia.)
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