Los últimos
días de diciembre nos dejaron un bonito regalo: Ciclorama, el primer libro del escritor motrileño Juanfran Molina.
Como acabo de decir, estamos ante un primer libro, pero no se llamen a engaño,
eso no significa que estemos ante un escritor novel. Ni mucho menos. Y es que
Juanfran Molina tiene a sus espaldas un largo recorrido en esto de la
escritura, sobre todo como crítico musical en diferentes publicaciones. Durante
mucho tiempo sus reseñas sobre discos y grupos musicales aparecieron en
revistas, tanto en papel como en internet, como El batracio amarillo, Universo
Pop, Irreverendos, Paisajes eléctricos o la prestigiosa Ruta 66. Si alguno de vosotros ha tenido
el placer de leer alguna de estas reseñas, ya sabe que Juanfran es uno de los
críticos musicales más certeros de cuantos pululan por el estado español, y es
que Juanfran, cuando se enfrenta a un disco o a un concierto, también a un
libro, lo disecciona con maneras de cirujano, y eso es algo que los aficionados
a la música agradecemos de corazón. En mi opinión, este bagaje adquirido semana
a semana, disco a disco, concierto a concierto, en la crítica musical y también
en la literaria, aunque esta en menor medida, ha sido un camino de aprendizaje
para lanzarse de lleno a la prosa, más o menos de ficción. Aprovecho la ocasión
para hacer dos incisos. Primer inciso: en el año 2009 Juanfran escribió un
magnífico prólogo para mi libro Versos de
alambre de espino, en el que llevaba a cabo el que podría considerarse el
primer análisis crítico hecho con rigor sobre mi obra poética. Segundo inciso:
Juanfran es el autor del blog Música para
psicocamaleones, donde más o menos de manera diaria, nos deja sus
comentarios sobre música, política, sociedad, creación literaria, etc.
Altamente recomendado.
Y ahora
nos centraremos de lleno en los relatos de Ciclorama.
Durante los últimos dos años Juanfran ha estado colaborando de manera habitual
con la revista satírica El estafador,
una publicación que lo tiene muy claro, según explican en su línea editorial:
Nosotros también te queremos estafar con la
información. Pero al menos somos claros desde el principio. Estafamos, sí, pero
con gracia.
Fruto de
esta colaboración entre el autor motrileño y la publicación online, nacieron
muchos de los relatos que conforman la ópera prima de Juanfran Molina, y que el
autor ha decidido recopilar bajo el teatral nombre de Ciclorama. Imagino que porque así es como ve el mundo circundante,
como un gran ciclorama teatral que enmarca este gran escenario que es la vida
real. En total, 95 relatos que van desde las dos líneas de “Caretas”, “Aniversario” o “Dinosaurio” hasta
las varias páginas de “Pan y
circo”, “La
profesora de religión” o “Beneficios”. De
cualquier manera, Juanfran ha optado por ese género tan en boga en los últimos
años que es el microrrelato y que tan buena literatura está dejando
últimamente. Juanfran ha encontrado en la brevedad y en la inmediatez que
proporciona este género un vehículo que le va como anillo al dedo para poder
expresar de una manera directa, rabiosa, sin ambages, una manera a la que yo me
atrevería a calificar de casi punk, su mordaz visión sobre la realidad que nos
ha caído en suerte. Podemos afirmar categóricamente que Ciclorama es un libro sobre el aquí y el ahora. Y esto quiere decir
que en las páginas de este libro se habla, como no podía ser de otra manera, de
crisis económica, de crisis social y ética, de políticos corruptos (muchos,
pero no se me asusten, nunca tantos como en la vida real); de sindicalistas a
los que se la trae floja la clase obrera y que lo único que les preocupa es salvar
su propio culo; de españolitos a los que le vendieron la burra de que
pertenecían a la clase media pero que no tienen ni para llegar a fin de mes; de
fútbol-adictos que se imaginan la vida como si fuese un partido de fútbol; de españoles
—buscando curro— por el mundo; de constructores mafiosos; de lameculos y
patriotas de medio pelo, de manipuladores profesionales, y de otros especímenes
por el estilo de cuantos pueblan este lugar tan surrealista, tan berlanguiano,
tan kafkiano, al que llamamos
España.
Y para
contarnos todo esto Juanfran ha echado mano de un estilo muy personal, en el
que destaca, en primer lugar, el uso del lenguaje. Y es que estamos ante un
escritor que demuestra un dominio del lenguaje apabullante. Los relatos de Ciclorama están muy bien escritos, cada
palabra está en el sitio donde debe estar. Esto hace que muchas de estas breves
narraciones estén más cercanas a la composición lírica que a la prosa,
propiamente dicha. En cuanto a las influencias, leía el otro día una reseña
crítica sobre el libro, y salía a relucir el nombre de Jack Kerouac. Tengo que
decir que el último nombre que se me ha pasado por la cabeza al leer estos
relatos es el del poeta de Lowell. Kerouac era un escritor urgente, poco
preocupado por los artificios literarios, y créanme, con un vocabulario
bastante reducido. Si me apuran todo lo contrario de Juanfran Molina. En estos
relatos, las influencias hay que buscarlas en otros nombres, como los de Raymond
Carver o John Fante, como Flannery O’Connor o Carson Mccullers, como
Selby Jr. Hubert o Nelson Algren, nombres de la literatura norteamericana que
tanto gustan al autor y de cuyo estilo sí se ha empapado a lo largo de sus
numerosas lecturas el escritor motrileño.
Otra de
las cosas que más me ha sorprendido de los relatos que componen Ciclorama es la ironía que destilan.
Nos encontramos ante un autor que hace gala de una fina socarronería, de una
inteligente mordacidad, donde la burla cáustica se impone sobre el chiste fácil
o sobre el humor grueso, en el que tan fácil habría sido caer dado el material
que tenemos entre manos. Para que se hagan una idea, estos relatos están mucho
más cerca de figuras como El roto o Forges que de Santiago Segura. Y es
precisamente el sutil uso de la ironía lo que hace que al lector se le quede un
regusto hierático en la boca. Me río, pero sé que lo que me cuenta este hombre
no es cosa de risa. Algo así acaba pensando uno, al terminar muchos de los
relatos de Ciclorama.
Al mismo
tiempo, algunos de estos relatos piden la colaboración expresa del lector, pues
a él le toca decantarse por un final que sólo ha sido esbozado en parte por el
propio autor. Y es que en estas páginas se insinúa más que se enseña. Los
caminos se bifurcan y estoy seguro de que cada lector elegirá aquel que más le
convenga. En resumen, el autor nos da las claves, pero es al lector al que
corresponde interpretarlas.
Sólo me
queda decirle a Juanfran que espero, que esperamos con impaciencia, quienes ya
hemos tenido la suerte de leer estos relatos, su próxima obra y que somos
muchos los que deseamos que siga escribiendo, contra viento y marea si es
preciso, porque el mundo de la literatura no anda sobrado de miradas críticas y
honestas ni de voces tan originales como la suya.
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