Rodeado
de perros
que
ladran a la nada,
con
los ojos ebrios de locura,
el
ángel demente sostiene
un
cartón de vino barato
entre
las manos sucias
y
dirige el tráfico imaginario
que
circula a toda velocidad
por
las avenidas caóticas
de
su mente derruida.
Entre
las aceras frías
el
asfalto se desangra.
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