Ellos fueron mis héroes,
mis dioses, mis refugios
Antonio Gutiérrez Turrión
La
ballena blanca gigante que destruye los sueños de Herman Melville. Las aguas
profundas del río Mississippí que mojan los pies de Mark Twain. El soldado
herido que llora, triste, mientras Walt Whitman le limpia las heridas. Emily
Dickinson, que ama en silencio a un hombre que no le corresponde, y escribe
poemas que hablan de la muerte, allá en Massachusetts. Los fantasmas invisibles
de Edgar Allan Poe que beben con él hasta altas horas de la noche. El calor
pegajoso de Cuba, que asfixia a Stephen Crane, desnudo sobre una cama
mugrienta. El pasaporte británico de Henry James olvidado en la mesita de noche
de un hotel parisino. La mano de una prostituta que coge el dinero de Jack
London mientras en la calle se desata una tormenta de nieve. Gertrude Stein y
su nueva manera de mirar el mundo. La fe que ha perdido John Dos Passos. El
perro de Steinbeck, que se llama Charley, y lo acompaña en su viaje por
carreteras polvorinetas. William Faulkner atrapado en Hollywood como una mosca
en una tela de araña. Las manos frías de una mujer madura que acarician el
cuerpo desnudo de Henry Miller. Las manos frías de un chico joven que acarician
el cuerpo desnudo de Allen Gingsberg. Un solo de saxo que sale de la radio de
un Chevy rojo del 48 que atraviesa a toda velocidad los Estados Unidos
conducido por Jack Kerouac. Los olores a comida que se mezclan en la casa de
Carson McCullers, mientras escribe El corazón es un cazador solitario.
Un cinturón de cuero negro manchado de sangre con el que el padre del joven
Bukowski le acaba de dar una paliza. La jeringuilla oxidada de William
Burroughs clavada en la vena del brazo izquierdo, en un sucio callejón de
Tánger. El cuerpo en descomposición de Jane Bowles en un cementerio de Málaga.
El monóxido de carbono que deja sin vida a John Kennedy Toole. La voz que al
otro lado del teléfono busca a media noche a un tipo llamado Paul Auster. Los
vecinos que no saben que en la casa de al lado vive Patricia Highsmith.
La
soledad, que acecha, como un animal acorralado, desde lo más profundo de todos
los corazones.
(Poema incluido en Versos
de alambre de espino, Editorial Alhulia, 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.