Años
setenta. Raros y heterodoxos. La era hippy
Haz el amor y no la guerra, rezaba el
eslogan hippy. Pero resulta que en España, lo que era el amor se hacía poco, y
la guerra, aunque hacía casi tres décadas que había terminado, estaba tan
presente como si hubiese tenido lugar un lustro antes. Ser hippy en estas
latitudes era un acto heroico, en el que a uno, por llevar el pelo por debajo
de los hombros, lo menos que le podía pasar era que sus vecinos pusieran en duda
su heterosexualidad o le mentaran a la madre. Para colmo, conseguir drogas en
un país tan puritano como el de entonces era francamente complicado, a no ser
que pertenecieras a la alta sociedad del régimen. Además, los primeros hippies
hispanos recibieron hostias desde la derecha (algo, más o menos obvio y
natural) y desde la izquierda, que no estaba dispuesta, como sostiene el
periodista Moncho Alpuente, a aceptar la más mínima desviación de la ortodoxia.
En cuanto al fenómeno musical hippy, eso ya fue harina de otro costal. En
Sevilla, surgen los Smash, un grupo formado por un danés y varios sevillanos,
entre los que destacaban Julio Matito, Gualberto y Manuel Molina, un gitano de
Triana que ponía el contrapunto flamenco a los desvaríos blues y rockeros del
resto de sus compañeros. Smash duró apenas cinco años pero dejó algunas de las
canciones más brillantes de la historia de la música española, entre ellas “El garrotín”, una descarga
flamenco-psicodélica que tumba de espaldas. Si no los conoces, ya estás
tardando en buscarlos en internet.
En Cataluña, hubo una importante
proliferación de grupos y solistas, con nombres como Máquina, Tapimán, Música
Dispersa, Agua de regaliz, o solistas de la calidad del guitarrista Toti Soler,
o los cantantes Pau Riba y Jaume Sisa. Sisa, iconoclasta, inquieto, anarquizante,
al que le gusta autodefinirse como “cantautor galáctico”, es todo un icono de
la contracultura española, y un músico de referencia para muchos de los grupos
y artistas que han venido tras él. Entre sus discos más destacados está el
magnífico Qualsevol nit pot sortir el sol
(Cualquier noche puede salir el solo)
del año 1975.
Otros músicos con influencias más o
menos hippies en algún momento de sus carreras fueron las Vainica Doble,
Eduardo Bort, Pep Laguarda, Solera, C. R. A. G (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y
Guzmán) o la genial cantante María del Mar Bonet y el cantautor extremeño Pablo
Guerrero. A día de hoy, estos dos últimos, siguen en activo, haciendo en todo
momento las canciones y los discos que les da la real gana.
Hijos
del agobio. El rock urbano
El 20 de noviembre de 1975, tras
cuarenta años de dictadura cuartelera y asesina, estira la pata Francisco
Franco, “Caudillo se España por la gracia de Dios”, según se podía leer en las
monedas españolas de la época. Con la muerte del Ogro, el país entra en una
nueva etapa. Las ansias de libertad, las ganas de expresarse, el deseo de vivir
en un sistema distinto al que han conocido la mayoría de españoles hasta la
fecha, trae consigo una nueva forma de rock, el llamado rock urbano. El
periodista musical Jesús Ordovás nos lo contó en su libro ¿De qué va el Rrollo? (escrito así, con dos erres). Un montón de
grupos procedentes de barrios periféricos de Madrid, como Vallecas,
Carabanchel, La Elipa, etc., se lanzan al abordaje, empuñando sus guitarras
eléctricas. Entre los más destacados, Burning, Leño (liderados por Rosendo
Mercado, aún hoy en activo), Mermelada, Coz, Cucharada (el grupo de Manolo
Tena), Asfalto, Topo, un jovencísimo Ramoncín, con sus provocadoras letras y su
actitud chulesca, y los catalanes La Banda Trapera del Río, liderados por Morfi
Grey, autores de auténticos himnos contraculturales de la Transición española,
como “Curruquis de barrio”, “Nos gusta cagarnos en la sociedad” o “Nacido del
polvo de un borracho y del coño de una puta”. Muchos de estos grupos fueron
auténticos fenómenos tanto de ventas como de público en su momento, a pesar de
su actitud nada complaciente con el sistema. Primos hermanos del rock urbano
son los grupos españoles de heavy metal
que aparecieron a finales de los 70 y principios de los 80. Los más populares
fueron, sin duda, Barón Rojo, que cosecharon sonoros éxitos internacionales, y
Obús, pero hubo otros muchos: Pánzer, Santa, Banzai (el grupo del guitarrista
Salvador Domínguez), Bella Bestia…
Dame
veneno que quiero morir. Gitanos del suburbio
En paralelo al rock urbano, empieza a
vislumbrarse lo que acabará por convertirse en todo un fenómeno de la música
hispana: la rumba suburbial. Pero antes, tenemos que trasladarnos a Sevilla.
Año 1977. Dos adolescentes gitanos del barrio de las Tres Mil Viviendas,
Raimundo y Rafael Amador, que se han criado escuchando cante jondo, se juntan
con José María López Sanfeliu (aka Kiko Veneno), un licenciado en Filosofía y
Letras que acaba de volver de un viaje iniciático por los Estados Unidos, donde
ha profundizado en la música y la poesía de su gran ídolo, Bob Dylan. De esta
unión tan poco natural a priori, saldrá el grupo más iconoclasta, surrealista, subversivo,
vanguardista, libertario, callejero y libre que ha dado la música hecha en
España: Veneno. En lo musical, la mezcla de las guitarras de palo con las
letras de Kiko Veneno no se parece a nada de cuanto se ha hecho en España hasta
la fecha. Sólo grabaron un disco, pero vaya disco. No es punk, ni flamenco, ni
rumba, ni rock, pero al mismo tiempo es todo eso y muchas más cosas. La portada
fue censurada porque en ella se veía una tableta de hachís envuelta en papel de
plata con el nombre del grupo grabado a fuego. Sin lugar a dudas, el mejor
disco de la historia de la música española.
Tras la disolución de Veneno, los
hermanos Amador forman Pata Negra y Kiko Veneno sigue su camino en solitario, echándose
un cantecito siempre que tiene ocasión y regalándonos algunos discos llenos de
genialidad. Y ojalá que por muchos años.
Por esta misma época de la que estamos
hablando, numerosos gitanos empiezan a comprender que su música y su arte tienen
algo que los hace únicos. Es el momento de la rumba suburbial y canalla. Las
Grecas, un dúo formado por las hermanas Muñoz Burrull, con su gypsy-rock, una excitante mixtura de
flamenco, rumba, y poderosos riff de guitarra eléctrica, rompen todos los
esquemas habidos y por haber. Tras su estela, vendrán otros muchos, que irán dejando
numerosas muestras de su poderío racial en discos y casetes que se venden sobre
todo en las gasolineras. Para la historia quedan Los Chichos y Los Chunguitos,
que supieron retratar como nadie las vivencias de toda una generación de
chavales del extrarradio, la mayoría de ellos delincuentes juveniles
enganchados al jaco. Probablemente lo más contracultural que se ha creado en
España.
(El artículo "Música y contracultura en España" apareció publicado en el número de abril/2014 de la revista mejicana Generación)
(El artículo "Música y contracultura en España" apareció publicado en el número de abril/2014 de la revista mejicana Generación)
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