sábado, 13 de septiembre de 2014

Una mujer cruza un paso de cebra y un hombre la mira con nostalgia



Hace unos días, muy de mañana, la vi.
Cruzaba, distraída, un paso de cebra
ante la mirada ausente de un taxista
que masticaba en silencio sus derrotas.
Las manos sumergidas en los bolsillos
melancólicos de su abrigo; de su pelo
caían pequeñas gotas de luz amarilla
que se perdían en la nada.
Hubiera dado cualquier cosa por
un hola, qué tal, cómo te va,
un ya nos veremos, hasta luego,
un llámame uno de estos días.
Pero no hubo nada: ni palabras,
ni sonrisas, ni inútiles gestos de complicidad.
Tan sólo las cenizas inmóviles de la indiferencia,
las huellas ásperas del desencanto.
Y seguí mi camino pensando en el amor,
ese helado de fresa derretido en el asfalto.
(De Hablando de amor con el cobrador del frac, Editorial Alhulia, 2004)

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