lunes, 6 de octubre de 2014

A la sombra de tu risa



Algún día,
pongamos,
por ejemplo,
el treinta de abril de dos mil
treinta y ocho,
cuando haga un alto en el camino
y vuelva la vista atrás,
sentiré nostalgia
de estos días efímeros
de inocencia y niñez
en los que el mundo se abre ante ti
como una flor empapada  
bajo la lluvia.
Estos días felices
en los que me cobijo
a la sombra de tu risa
contagiosa
y tu olor a mandarina
y bizcocho recién hecho
impregna cada rincón de mi vida.
Estos días en que das saltos,
como una loca,
sobre mi cama
y corres desnuda por la casa
y sueñas con viajar
al País de las Maravillas
de la mano de Alicia.
Sé que cuando llegue ese día
sentiré una añoranza antigua
de tus caricias y de tus besos,
de tus juegos y de tus ropas,
de tus dibujos animados,
del modo en que te mueves,
del modo en que aprendes
a montar en bicicleta,
de esas noches
en las que,
asustada,
despiertas soñando con monstruos
que sólo existen en los territorios
inexplorados de tu cama.

Algún día,
pongamos,
por ejemplo,
el treinta de abril de dos mil
treinta y ocho,
cuando haga un alto en el camino
y vuelva la vista atrás,
sentiré una íntima nostalgia
de estos días en los que aún
la vida no te ha enredado
con sus patrañas
y eres, tan solo, 
la niña más feliz del universo.
(Para Adela, que hoy cumple once años)

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