A la memoria de mi padre
Mil
ciento cincuenta y seis días
y
aún puedo sentir
el
olor dulce de tu piel.
Mil
ciento cincuenta y seis días
y
aún me hipnotiza
el
brillo de tus ojos.
Mil
ciento cincuenta y seis días
y
aún me estremezco
si
pienso en tu risa fresca.
Mil
ciento cincuenta y seis días
y
aún soy capaz de verte
segando
la hierba, cavando la tierra.
Mil
ciento cincuenta y seis días
y
no he dejado
de
pensar en ti
ni
uno solo de esos
mil
ciento cincuenta y seis días.
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