Hubo un
tiempo, aunque ahora nos parezca un sueño irreal, en que la TVE no era la hediondez
putrefacta en que se ha convertido en los últimos tiempos. Hubo un tiempo en
que en la televisión pública española, la que pagamos todos los españolitos, y
por tanto, nos pertenece a todos y cada uno de nosotros, tenía programas de
calidad. Hubo un tiempo en que los informativos no eran la bazofia filofascista
en que se han transformado con la llegada al poder de Mariano Rajoy y su
Partido Popular. Sí. En serio. Hubo un tiempo en que las cosas de la televisión
eran de otra manera muy distinta a como las conocemos hoy.
Que
siempre ha existido manipulación en TVE es algo que nadie en su sano juicio
puede cuestionar. Por supuesto, en la etapa franquista la manipulación era algo
completamente asumido, algo que no tenía que esconderse lo más mínimo. Con la
llegada de la feudaldemocracia, todos y cada uno de los gobiernos que han sido,
han continuado, de manera más o menos solapada, con la manipulación ideológica.
Pero claro, en esto, como en todo lo demás, los hay que lo han hecho con cierta
elegancia y otros, como ocurre ahora, que han optado por el estilo más zafio y
cutre que se pueda imaginar.
Tal vez
la entrevista de hace unos días a Pablo Iglesias haya sido la gota que haya
colmado el vaso, pero ni de lejos es lo peor que se ha visto durante esta legislatura
en TVE. Si uno tiene el valor de tragarse los telediarios, se encontrará, día
sí y día también, con ejemplos que ilustran lo que digo. Cada día TVE está más
cerca de parecerse a TeleMadrid o a Canal Nous, probablemente los dos ejemplos
más claros de hasta dónde puede llegar la manipulación televisiva. Parecía
imposible superar la anterior etapa del Partido Popular, en que Urdaci, Sáenz
de Buroaga, Carlos Dávila, y otros
periodistas neocons, eran los reyes de la televisión pública. Pues lo han
conseguido. En mi opinión, ahora es incluso peor que en aquella etapa.
Por
desgracia, la poca calidad de la programación de TVE no es algo que afecte sólo
a los informativos (que también, por supuesto). Los programas informativos son
el escaparate de la bazofia que domina en estos momentos la cadena pública
española y presentadores como Mariló Montero ejemplifican lo bajo que se puede
llegar a caer. Pero es que no hay nada que merezca la pena. Las series de
producción propia son una absoluta basura. Los programas culturales brillan por
su ausencia y los que hay, están, como no, absolutamente manipulados. No existe
un solo programa dedicado a la literatura que merezca la pena. En el que hay,
sólo aparecen los autores del sistema,
los intelectuales orgánicos, es decir, los que no cuestionan absolutamente nada
ni a nadie. Los programas musicales están hechos de refritos, siempre con
imágenes de archivo. La mayoría de lo que ponen, ya lo han puesto no una, ni
dos, ni tres veces, sino docenas de veces. Y no es raro conectar el televisor y
encontrarse a las momias de la música española tipo Raphael, Camilo Sesto, etc.
Es como vivir en un deja vu
permanente. En cuanto a las películas, qué decir. Pues que las programan una y
otra vez. Siempre las mismas. A veces no transcurren ni tres meses entre una y
otra proyección.
Recuerdo
con absoluta nostalgia programas de mi adolescencia, como La edad de oro o Metrópolis,
por poner sólo dos ejemplos de una televisión de vanguardia, donde tenían
cabida artistas rompedores, transgresores, que en la televisión de estos días
están absolutamente proscritos. También recuerdo buenas series de producción propia,
como La huella del crimen o Brigada central. Y cine de calidad,
montones de buenas películas. Y como quien dice, eso fue anteayer.
No sé si
lo de la televisión española es reversible o ya es del todo imposible
recuperarla. Lo que sí tengo cada día más claro es que lo de ahora es malo de
solemnidad.
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