Empieza
un nuevo curso escolar marcado por la implantación de la LOMCE en toda la etapa
de Educación Infantil y Primaria, en el primer y el tercer curso de la ESO, en
el primer curso de Bachillerato y en el segundo curso de FP Básica. Desde que
el Partido Popular ganó las elecciones en noviembre de 2011, a nadie con dos
dedos de frente se le escapaba que uno de sus objetivos prioritarios era llevar
a cabo un cambio sustancial del modelo educativo español. Ya en su anterior
etapa de gobierno, presidida por José María Aznar, hubo un intento de poner
esto en marcha, con la mal llamada Ley
Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), que fue promulgada el 23 de
diciembre de 2002, siendo ministra de Educación Pilar del Castillo. Tras la
llegada a la presidencia del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en marzo
de 2004, se paralizó el calendario de aplicación de la LOCE por medio de un Real
Decreto aprobado por el Consejo de Ministros del 28 de
mayo de 2004. Finalmente, la Ley fue derogada el 24 de mayo de 2006
por la Ley Orgánica de Educación 2/2006, de 3 de mayo, la conocida como LOE,
dando continuidad al sistema anterior (promulgado también por el PSOE).
Así que
como decimos, los que nos dedicamos a esto de la enseñanza, ya intuíamos los
planes del gobierno del PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, y José Ignacio Wert
(hoy fuera del gobierno, sustituido por Iñigo Méndez de Vigo, quien
públicamente ha manifestado que no tiene ni idea del asunto, pero que va a
continuar con el plan establecido) como Ministro de Educación, para reformar el
sistema educativo español. La concreción de estos planes ha dado lugar a la
llamada Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la
calidad educativa, conocida popularmente como Ley Wert, y
abreviada como LOMCE.
No voy a llevar a cabo un análisis pormenorizado del
texto de la ley. Ya se ha hablado por activa y por pasiva de los cambios que
introduce el nuevo texto legal. Simplemente voy a analizar algunos de los aspectos
que, desde mi punto de vista, van a ser más perjudiciales para la educación
pública.
La LOMCE es una Ley hecha por el PP
para los votantes del PP. Recordemos que salió adelante en el Congreso de los
diputados con los 186 votos del PP —ni uno más ni uno menos— y ni siquiera los partidos nacionalistas
de derechas (PNV y CIU), tan proclives a apuntalar este tipo de leyes, la
apoyaron. Desde que comenzó su andadura, la izquierda política y
sindical, los movimientos sociales, las mareas verdes a favor de la educación
pública, mostraron un rechazo frontal hacia el texto legal. Como afirma Jurjo
Torres Santomé, Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la
Universidad de A Coruña, la LOMCE, “trata de
educar exclusivamente según las concepciones ideológicas del PP.”
Pero si existe un adjetivo que se
pueda aplicar a la LOMCE es, sin duda, el de neoliberal. Y es que esta es la
reforma promulgada por organismos
como el Banco Mundial, el BCE, el FMI, la OMCD y la UE. Dese el preámbulo
se habla abiertamente de “empleabilidad”, “competitividad”, “economía”, y se
hace hincapié en aspectos tales como “espíritu emprendedor de los estudiantes”,
“gestión de la dirección de los centros”, “las evaluaciones externas”, “la
racionalización de la oferta educativa” ,“la flexibilización de las
trayectorias”, etc., etc. Como vemos, se trata de esa jerga tan del gusto de la
tropa neoliberal, y que tiene que ver más con el mundo empresarial, propiamente
dicho, que con el ámbito educativo. Pero no sólo en el lenguaje utilizado para
su redacción la LOMCE es neoliberal. Se trata de una ley que a todas luces
busca mercantilizar, hasta límites insospechados, el sistema educativo. El
objetivo prioritario del sistema educativo ya no es la formación integral de la
persona para su emancipación, para su socialización y para intervenir
críticamente en la sociedad que le ha tocado vivir. Ahora se busca, sin ocultarlo, formar mano de
obra, cuanto más barata, mucho mejor, añado yo, al servicio del mercado
laboral. De esta manera, se excluyen del currículum todos los temas
conflictivos, según palabras del propio ministro Wert. Y por si todo esto fuera
poco, las enseñanzas artísticas, musicales, plásticas y visuales pasan a ser de
segunda e incluso de tercera categoría, lo que supone, como señala la profesora
Mª Ángeles Llorente Cortés, “una aberración de primer orden”.
Por otra parte, la LOMCE no se sustenta
en planteamientos democráticos y participativos del sistema educativo. Por
poner sólo un ejemplo clarificador, con la nueva ley los consejos escolares de
los centros pierden la mayoría de las atribuciones que poseían con anterioridad
y es la figura del Director la que sale ampliamente reforzada. En el Preámbulo de la
ley se dice que la LOMCE da a los directores «la oportunidad de ejercer un
mayor liderazgo pedagógico y de gestión». Así, el Consejo Escolar, aunque sigue
siendo el órgano mediante el cual se produce «la intervención de la comunidad
educativa en el control y gestión de los centros sostenidos con fondos
públicos» (Art. 1.72, que modifica el artículo 119 de la LOE), pierde
atribuciones que pasan a la dirección del centro, como los presupuestos, los
proyectos educativos o los procesos de admisión de los alumnos (Artículo 1.81,
que modifica el artículo 132). Además el director en los centros públicos podrá
intervenir en el nombramiento del profesorado interino y del profesorado en
comisión de servicio (Art. 1.77, que crea el nuevo artículo 122 bis en la LOE).
También se modifica la composición de la comisión que ha de elegir al director
ya que en la misma la mayoría la ostentarán los representantes de la
Administración, lo que viene a querer decir que los directores serán nombrados
por la administración a dedo,
excluyendo en la práctica a aquellas personas que no compartan sus
planteamientos ideológicos o que se muestren abiertamente en desacuerdo con la
administración educativa (Art. 1.81, que modifica el artículo 135 de la LOE).
Sin ninguna duda, este es uno de los aspectos más negativos de la Ley.
Con la LOMCE la Conferencia Episcopal consigue una
de sus más viejas reivindicaciones ya que se establece una materia alternativa a
la religión que se llama Valores Sociales y Cívicos en Primaria y
Valores Éticos en ESO. En Bachillerato la Religión forma parte de las
asignaturas específicas optativas, tanto en 1º como en 2º. Y llegados a este
punto, me vuelvo a hacer la pregunta que todos nos hemos hecho en alguna
ocasión. Si la Constitución promulga la laicidad del Estado, ¿por qué en los
centros educativos existe la asignatura de religión?
A
medio y largo plazo la LOMCE supondrá una privatización de facto del sistema educativo español. No me cabe ninguna duda de
que el objetivo final del Partido Popular es degradar la Educación pública, universal,
gratuita y de calidad para toda la ciudadanía, y favorecer la proliferación de
conciertos y centros privados que garanticen una fuente de negocio para los que
más tienen. Abrir la educación al mercado, al igual que ha hecho con la sanidad
en comunidades como Madrid o Valencia, es el objetivo fundamental que vienen
orquestando con precisión desde hace más de una década. Para ello, no han
dudado en introducir este pequeño párrafo, casi oculto entre líneas, pero que
es el salvoconducto para llevar a cabo esta privatización de la que hablamos:
q) La libertad de enseñanza, que
reconozca el derecho de los padres, madres y tutores legales a elegir el tipo
de educación y el centro para sus hijos, en el marco de los principios
constitucionales.
Además, la LOMCE
establece una nueva relación en cuanto
a la oferta de plazas entre la enseñanza pública y la privada concertada:
Según el artículo
1.68, que modifica el artículo 109 de la LOE, la oferta de plazas se organizará
atendiendo a la «oferta existente de centros públicos y privados concertados y
la demanda social» (es decir, si los padres piden un centro público o uno
privado concertado), por lo que se elimina el compromiso del Estado de
garantizar una plaza en un centro público en Primaria, en la ESO y en la nueva
Formación Profesional Básica (las tres enseñanzas que la ley declara
gratuitas). Por si todo esto fuera poco, la LOMCE establece la posibilidad de construir y gestionar colegios privados
concertados sobre suelo público.
La LOMCE tiene un
fuerte carácter clasista y sexista. Como señala el profesor Jurjo Torres, y
cito literalmente, “Se
refuerza la segregación por clase social y etnia a partir de los catorce años,
al rebajar la comprehensividad a los 14 años de edad, al igual que la LEG de
1970. (…) Es clasista, pues se recurre a un peligroso concepto de “talento”,
intentando culpar a la genética del clasismo y racismo que caracteriza a
nuestra sociedad; ignorando que los intereses, capacidades y destrezas humanas
son el resultado del contexto y de las condiciones en el que las personas
vivimos. Es, por tanto, una ley destinada a expulsar del sistema al alumnado de
los grupos sociales más desfavorecidos, cuyos “talentos” se les hará ver que no
son los adecuados y pertinentes.”
Al
mismo tiempo, la ley tiene un tufillo sexista que tira de espaldas, pues
permite que
los centros que hayan optado por «la educación diferenciada por sexos» puedan
«subscribir conciertos con las Administraciones educativas», siempre y cuando
cumplan lo dispuesto en el artículo 2 de la Convención relativa a la lucha
contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza, aprobada por la
Conferencia General de la UNESCO el 14 de diciembre de 1960.
Otra
de las características de la nueva ley educativa es su fuerte componente
centralista, pues entre sus objetivos prioritarios está recortar las
competencias de las Comunidades Autónomas, introduciendo las famosas reválidas,
reestructurando el currículum y reformulando ciertos contenidos, por ejemplo,
las lenguas vernáculas se convierten en asignaturas de libre configuración, lo
que en la práctica las hace asignaturas de segunda. El Estado Central decide
sobre el 75% de los contenidos curriculares Todo esto
conducirá inevitablemente a un currículum “uno, grande y libre”. Ya lo expresó
con absoluta rotundidad el ministro Wert en sesión parlamentaria: Se trata de
españolizar a los alumnos catalanes (y vascos y gallegos,) añado yo.
La
LOMCE es una ley que desconfía del profesorado, de
ahí la obsesión por las evaluaciones externas y reválidas. Además de imponer
los contenidos y competencias obligatorias, se dictan indicadores de
rendimientos y se evalúan externamente, al tiempo que es la Administración
quien controla y decide, como ya hemos señalado, la elección de las direcciones
de los centros.
A todo esto, hay que añadir que la
LOMCE, como viene ocurriendo con todas la reformas educativas que se han
llevado a cabo en nuestro país, no viene acompañada de la financiación necesaria para
su implantación, lo que la condena, de antemano, al
fracaso. Y por si todo esto fuera poco, no podemos ni queremos olvidar la
terrible ola de recortes económicos que ha sufrido el sistema educativo desde
que comenzó la crisis-estafa: recortes en inversión, recortes en profesorado, recortes
en sueldos del personal, etc., lo que ha condenado a los centros públicos a
unas ratios que nos retrotraen a épocas que ya creíamos superadas.
Quiero acabar este artículo con las
palabras, que comparto totalmente, de la profesora Mª Ángeles Llorente Cortés,
para quien la LOMCE no es sino una “Nueva vuelta de tuerca,
tal vez definitiva, del capitalismo salvaje, que busca deslocalizar personas,
pensamientos, actitudes y valores, que rompe el movimiento obrero, el movimiento
sindical, que intenta desligar a los seres humanos de sus ciudades, de sus
amigos, privarles de identidad colectiva, que trata de impedir el pensamiento
compartido, que desprestigia la política para asegurarse el máximo control
mediante la sumisión que provoca la incertidumbre y el miedo.”
NOTA:
Para la redacción de este artículo, me he basado en textos de la profesora Mª
Ángeles Llorente Cortés y del profesor Jurjo Torres Santomé. Vaya desde aquí
para ambos mi agradecimiento por su trabajo y por su defensa a ultranza de la
escuela pública.
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