El día 30
de junio del año 2005 se aprobaba en el Congreso de los Diputados la ley que
permitía que personas del mismo sexo pudieran contraer matrimonio. Tres días
después era publicada en el Boletín Oficial del Estado y entraba, por tanto, en
vigor. A partir de ese día, en España, el matrimonio no era algo reservado a
una mujer y un hombre. A partir de ese día, dos hombres, dos mujeres, podían
contraer matrimonio entre sí, adoptar, obtener pensiones de viudedad, y beneficiarse
de otros derechos asociados con el matrimonio. La ley fue aprobada con 187
votos a favor, 147 en contra y 4 abstenciones. A favor de la ley votaron los
diputados del PSOE, los del PNV, los de
ERC, los de Coalición Canaria, los de IU-ICV, los del Grupo Mixto, dos
diputados de Convergencia y la diputada Celia
Villalobos del PP. En contra de la ley estuvieron todos los demás
diputados del Partido Popular y los de Unión Democrática de Cataluña.
Al
finalizar el debate en el Congreso, el líder del PP, Mariano Rajoy, anunciaba
que su partido lucharía en todos los frentes posibles contra lo que consideraba
una aberración jurídica. Tres meses después de haber entrado en vigor la ley,
cincuenta diputados del PP presentaban un recurso de inconstitucionalidad ante
el Tribunal Constitucional. Afortunadamente, en mayo del año 2009, el Tribunal
Constitucional resolvió a favor de la constitucionalidad de la ley, con 8 votos
a favor y 3 en contra. La ley seguiría adelante.
Y digo
afortunadamente porque de lo contrario, Javier Maroto, vicesecretario de
Sectorial del PP y ex alcalde de Vitoria, no se podría haber casado. O al menos
no lo podría haber hecho con su amor desde sus tiempos de universidad, el
economista (suponemos que neoliberal), Josema Rodríguez. Y es que ambos, Maroto
y Rodríguez, contrajeron matrimonio el pasado viernes. Y lo pudieron hacer a
pesar de sus compañeros de partido, a pesar de la línea dura de su partido, a
pesar de la intransigencia de la mayor parte de su partido. Por suerte para Maroto,
esta vez el Tribunal de la Santa Inquisición no salió victorioso. Por suerte
para él, las tesis reaccionarias y ultra conservadoras que defendía la mayoría
de su partido, fueron derrotadas por la razón y la tolerancia.
Según
cuentan las crónicas, el bodorrio fue todo un éxito. Se comió y se bebió como
sólo se hace en Euskal Herria, es decir, de putísima madre. Además, los 270
invitados a tan magno acontecimiento disfrutaron de lo lindo, bailando y
cantando las tonadillas eurovisivas que tanto gustan a la parejita de recién
casados, hasta las tantas de la madrugada. Hemos leído por ahí, que hasta el
soso de Mariano Rajoy se echó un cantecito y un bailecito, olvidándose por unas
horas de los refugiados sirios, del paro, de Bárcenas, de Rodrigo Rato y hasta
de Pablo Iglesias. Vivir para ver.
Pero como
tenemos memoria, hemeroteca y conexión a internet, vamos a recordar esos
tiempos en los que a la gente del PP se les llenaba la boca de espuma al
invocar el matrimonio gay. Por ejemplo, Ana Torme, a la sazón la diputada que
defendió la negativa del PP a apoyar la ley, manifestó en sede parlamentaria
que todo aquello no era más que “táctica y oportunismo”, “manipulación
y cinismo.”Todos
recordamos la perla aquella de las peras y las manzanas que soltó Ana Botella.
De traca fue la frase de un tal Lluís Fernando Caldentey, alcalde pepero del
municipio barcelonés de Pontons en aquellos días:“ los homosexuales son personas
taradas”y más o
menos del mismo calibre, lo que dijo Fraga Iribarne, quien calificó la ley como
“asquerosa”. En fin,
estas y otras declaraciones homófobas salieron de las boquitas de miembros tan
destacados del Partido Popular como Jorge Fernández Díaz, Ángel Acebes,
Montserrat Nebrera y el propio Rajoy. Ya sabéis, como diría el genial y añorado
Eduardo Haro Tecglen: el pensamiento único del catolicismo implantado y
defendido fieramente.
No
obstante, como en la vida todo es susceptible de mutación, el pensamiento único
del PP parece haber mutado en pensamiento tolerante y defensa de los derechos
humanos. Ahora la plana mayor del PP celebra por todo lo alto lo que hace tan
solo una década era pecaminoso, asqueroso y contra natura. Ahora van a cantar,
a bailar, a comer y a brindar con champán
(del caro, por supuesto) por la felicidad eterna de los dos tortolitos,
y ninguno de los presentes se asusta de ver a dos hombres con barba darse un
piquito. Y que conste que me alegro. Me alegro de que esos dos individuos
puedan ejercer con libertad y con orgullo su opción sexual y que al hacerlo
disfruten de los mismos derechos de los que disfruto yo. Y me legro, sobre
todo, de que la caterva reaccionaria haya cambiado de parecer y lo que antaño
era malo hoy sea bueno. Espero que en breve también cambien de parecer con
respeto a otros temas: el despido libre, la defensa del estado del bienestar,
la educación y la sanidad pública, la defensa de la cultura, etc., etc. ¿Lo harán?
Se admiten apuestas.
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