domingo, 24 de enero de 2016

La hora de la verdad



Ya ha llegado la hora de la verdad. Las cartas están encima de la mesa y los jugadores saben a qué atenerse. Ahora ya no sirve de nada jugar al juego del ratón y el gato. Ahora no sirven de nada los malabarismos léxicos, los retruécanos semánticos, los movimientos estratégicos de salón. Todo eso ha quedado fuera de la partida en cuestión de horas. Ahora, como digo, es la hora de la verdad. Ya no nos importa lo que dijo este en aquella entrevista de radio, o lo que declaró aquel en tal o cual cadena televisiva. Nada de eso nos sirve ya. Lo que realmente importa ahora es saber dónde está cada uno de los jugadores.
Y ahora —¡¡¡por fin!!!— vamos a saber dónde está cada cual: en qué bando, en qué zona del campo de batalla. Ahora las máscaras tendrán que caer al suelo, como en una obra de teatro griego, para que todos sepamos qué se escondía detrás de cada una de esas máscaras.
Ahora vamos a saber quién está con la gente de a pie, con la gente sencilla, con los trabajadores que perdieron su empleo y llevan meses y más meses, desesperados, sin encontrar nada; con los estudiantes universitarios que han tenido que abandonar la universidad porque no les alcanza para pagar las altísimas tasas universitarias; con los que han sido expulsados de sus viviendas por la avaricia insaciable de los bancos; con los niños que no pueden hacer tres comidas al día; con los que no pueden calentarse o sencillamente darse una ducha en estos días invernales porque no tienen dinero para pagar la calefacción o la bombona de butano con la que calentar el agua de la ducha.
Ahora vamos a saber quiénes son los que defienden con uñas y dientes una escuela pública, democrática, laica, de calidad; ahora nos vamos a enterar de quiénes son los que ven la sanidad como un derecho de todas y todos —incluidos, por supuesto, los inmigrantes—  y los que la ven como un negocio boyante donde hincar el diente voraz del capitalismo; ahora vamos a descubrir quiénes creen en una democracia real, donde la gente pueda manifestarse, sin temor a acabar en la cárcel o a perder un ojo por culpa de una pelota de goma policial; ahora vamos a saber quiénes están a favor de acabar de una vez por todas con esa maldita lacra llamada violencia de género, pero que no es más que terrorismo machista.
Ahora vamos a saber, de una vez por todas, si se apoya a los de abajo, es decir, a la inmensa mayoría, o por el contrario, se está con los del Ibex35, con los de la pasta en Suiza, con los que quieren mandar sin pasar por las urnas.
Ahora las cosas están un poco más claras. Ya hay propuestas sobre el tapete. Se podrán criticar las formas, se podrá estar más o menos de acuerdo con la manera de hacer llegar las propuestas. Se podrá objetar que esto o lo otro. Pero eso no son más que ganas de marear la perdiz. Lo realmente importante es que las cartas están sobre la mesa. Y que nos merecemos algo mucho mejor que la mierda que hemos tenido durante los últimos años.

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