Ya ha
llegado la hora de la verdad. Las cartas están encima de la mesa y los
jugadores saben a qué atenerse. Ahora ya no sirve de nada jugar al juego del
ratón y el gato. Ahora no sirven de nada los malabarismos léxicos, los retruécanos
semánticos, los movimientos estratégicos de salón. Todo eso ha quedado fuera de
la partida en cuestión de horas. Ahora, como digo, es la hora de la verdad. Ya
no nos importa lo que dijo este en aquella entrevista de radio, o lo que
declaró aquel en tal o cual cadena televisiva. Nada de eso nos sirve ya. Lo que
realmente importa ahora es saber dónde está cada uno de los jugadores.
Y ahora —¡¡¡por
fin!!!— vamos a saber dónde está cada cual: en qué bando, en qué zona del campo
de batalla. Ahora las máscaras tendrán que caer al suelo, como en una obra de
teatro griego, para que todos sepamos qué se escondía detrás de cada una de
esas máscaras.
Ahora vamos
a saber quién está con la gente de a pie, con la gente sencilla, con los
trabajadores que perdieron su empleo y llevan meses y más meses, desesperados,
sin encontrar nada; con los estudiantes universitarios que han tenido que
abandonar la universidad porque no les alcanza para pagar las altísimas tasas
universitarias; con los que han sido expulsados de sus viviendas por la
avaricia insaciable de los bancos; con los niños que no pueden hacer tres
comidas al día; con los que no pueden calentarse o sencillamente darse una
ducha en estos días invernales porque no tienen dinero para pagar la
calefacción o la bombona de butano con la que calentar el agua de la ducha.
Ahora
vamos a saber quiénes son los que defienden con uñas y dientes una escuela
pública, democrática, laica, de calidad; ahora nos vamos a enterar de quiénes
son los que ven la sanidad como un derecho de todas y todos —incluidos, por
supuesto, los inmigrantes— y los que la
ven como un negocio boyante donde hincar el diente voraz del capitalismo; ahora
vamos a descubrir quiénes creen en una democracia real, donde la gente pueda
manifestarse, sin temor a acabar en la cárcel o a perder un ojo por culpa de
una pelota de goma policial; ahora vamos a saber quiénes están a favor de acabar
de una vez por todas con esa maldita lacra llamada violencia de género, pero
que no es más que terrorismo machista.
Ahora
vamos a saber, de una vez por todas, si se apoya a los de abajo, es decir, a la
inmensa mayoría, o por el contrario, se está con los del Ibex35, con los de la
pasta en Suiza, con los que quieren mandar sin pasar por las urnas.
Ahora las
cosas están un poco más claras. Ya hay propuestas sobre el tapete. Se podrán criticar
las formas, se podrá estar más o menos de acuerdo con la manera de hacer llegar
las propuestas. Se podrá objetar que esto o lo otro. Pero eso no son más que
ganas de marear la perdiz. Lo realmente importante es que las cartas están
sobre la mesa. Y que nos merecemos algo mucho mejor que la mierda que hemos
tenido durante los últimos años.
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