Versos libres, o mejor aún,
versos libertarios.
Versos nada complacientes
con el poderoso.
Versos que denuncien, que
se enfrenten.
Versos, como escribió
Trostky, profundos, que modelen la vida, capaces de pintarla de un modo
significativo y dinámico.
Versos de amor, (sí, por
qué no), también versos de amor.
Versos que cuenten, como
cantó Benedetti, contigo, conmigo, con ellos.
Versos a los que no les
importe implicarse.
Versos que aborrezcan del
conformismo.
Versos que den la cara,
aunque siempre haya alguien dispuesto a partírsela.
Versos que no eludan su
responsabilidad.
Versos que sigan el consejo
de Ángel González y marquen la piel del agua.
Versos que no se crucen de
brazos.
Versos que sepan de la
locura.
Versos que sientan vértigo
al asomarse a unos ojos peligrosos.
Versos que suenen como guitarras
eléctricas.
Versos que sueñen
despiertos.
Versos ecologistas a los
que les duela más el árbol, el río, la hormiga que el coche o el móvil.
Versos, como gritó Durruti,
que lleven un hombre nuevo en el corazón.
Versos que sean sinónimo de
rebelión.
Versos que sean lo
contrario de destrucción.
Versos como un puñetazo en
el estómago.
Versos a los que les hierva
la sangre la injusticia.
Versos que no apuesten
descaradamente por el dólar.
Versos como telas de araña.
Versos que corrompan.
Versos que purifiquen.
Versos como cuerpos
desnudos.
Versos que hagan caso a
Kerouac y tomen al asalto las calles.
Versos que, primero, se
cuestionen el orden social imperante, y después, traten de subvertirlo.
Versos que expliquen quién
soy, de dónde vengo, hacia dónde me dirijo.
Versos que, bajo ningún
concepto, hablen de princesas.
Versos que nazcan, crezcan,
se reproduzcan y mueran.
Versos como trenes oscuros
en la noche.
Versos que no desanden el
camino andado, que jamás retrocedan en el tiempo.
Versos construidos con
palabras mágicas, palabras como madre,
amigo, lluvia, muchacha o nostalgia, palabras por sí solas capaces
de iluminar una noche sin estrellas.
Versos audaces, capaces de
todo.
Versos que no imiten a la
mala televisión.
Versos que naden y no
guarden la ropa.
Versos que, como los de
Gloria Fuertes, canten a los suburbios y al lumpen.
Versos que echen raíces en
los corazones.
Versos que sacien el hambre
de los hambrientos, la sed de los sedientos.
Versos que expliquen el
mundo.
Versos que permitan volver
a creer en el ser humano.
Versos que,
definitivamente, tomen partido por el ser humano.
(Poemas de destrucción masiva, editorial Alhulia, 2015)