El
poeta onubense Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965) está, estos
días, doblemente de actualidad. Hace apenas unos meses, la editorial
madrileña Amargord publicó Salirse
de la fila,
su más reciente libro de poemas. Y tan sólo hace unos días, esta
misma editorial, acaba de poner en circulación El
ojo no visto del mundo,
una recopilación de textos en prosa y en verso del Premio Nobel de
Literatura, Juan Ramón Jiménez, de cuya selección y compilación
se ha encargado el propio Orihuela.
Antonio
Orihuela es una voz imprescindible dentro de la actual poesía
española (por mucho que el oficialismo no se entere o no se quiera
enterar, que esa es otra), una voz necesaria como el aire que
respiramos o el agua que bebemos, una voz en la que muchos y muchas,
entre los que me incluyo, nos miramos y nos vemos reflejados. Decía
hace unos meses el poeta de Moguer en una entrevista que merecía la
pena “continuar cavando nuestra común trinchera hecha de vínculos,
de complicidades, de ánimos sobre el mundo futuro libre,
anticapitalista, solidario, sostenible y decrecentista que tenemos
que construir.”
Salirse
de la fila,
el último poemario de Antonio Orihuela hasta la fecha, reincide en
la particular manera que el autor de El
amor en los tiempos del despido libre
tiene de enfrentarse al mundo actual, este que nos ha tocado en
suerte (aunque más acertado sería decir, en desgracia) usando su
arma más certera: la poesía. Orihuela, partiendo de unos postulados
libertarios, lleva a cabo una profunda crítica a este sistema,
inhumano y cruel, violento y consumista, despilfarrador e
insolidario, contaminante y repugnante, que responde al nombre de
capitalismo y en el que el hombre, definitivamente, se convierte en
el principal depravador del propio hombre. Frente a esta violencia
gratuita y desgarradora con la que el sistema trata de ejercer su
control, Antonio Orihuela propone al lector, parafraseando sus
propias palabras, una nueva manera de “trenzar vínculos y
complicidades, de insuflar ánimos, de descubrir nuevos compañeros
de viaje, de generar nuevos proyectos, de expandir ilusiones”.
A
través de las 161 páginas que forman Salirse
de la fila
(por cierto, precioso título que ya nos va dando pistas sobre por
dónde van los tiros de estos poemas) Orihuela va dejando sus versos,
reflexivos unas veces, gritos de rabia, otras, a los que ya nos tiene
acostumbrados a sus numerosísimos lectores. Poemas que ponen de
manifiesto las injusticias laborales, los desahucios, los recortes
sociales, los cortocircuitos de la vida moderna. Poemas que nos
hablan de los que han perdido el empleo, de los que han perdido las
viviendas, de los que han perdido la vida buscando la Tierra
Prometida (llámese Europa, llámese Estados Unidos de América) que
nunca es tal, sino más bien, más injusticia, más insolidaridad,
más dolor y más miseria. En definitiva, poemas que gravitan
alrededor de los de abajo, los olvidados, que decía Buñuel, los que
siempre, de una u otra manera, acaban perdiendo.
No
obstante, en Salirse
de la fila también
hay momentos para el amor (un tema al que el poeta no nos tenía
demasiado acostumbrados), para el humor, para detenerse un momento en
el camino y echar la vista atrás. Destacan sobremanera los poemas
que podríamos denominar “mejicanos”, escritos tras el viaje que
el poeta onubense realizó el año pasado por el país americano.
Mención aparte merece esa serie de haikus que pone el punto y final
a un libro que, en mi opinión, supone un punto de inflexión en la
ya longeva carrera de este extraordinario poeta.
Por
otra parte, como señalábamos al principio de esta reseña, Orihuela
se ha encargado de la selección y de la edición de El
ojo no visto del mundo,
de Juan Ramón Jiménez. La antología fue presentada recientemente
en los encuentros poéticos Voces del Extremo que el propio poeta
coordina en su pueblo natal y que se celebran bajo el auspicio de la
Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez. Según confesaba el propio
compilador en dicha presentación, el objetivo principal que se
perseguía con este libro no era otro que desmontar esa falacia que
nos presenta a un Juan Ramón Jiménez aislado en su jaula de oro,
sin preocuparse por nada ni por nadie, y buscando simplemente la
belleza por la belleza. Así, Orihuela, que ha buceado tanto en la
obra editada del Premio Nobel como en cientos de páginas inéditas,
ha sacado a la luz a un poeta comprometido con su tiempo, con sus
congéneres, con el medio ambiente, etc. Un libro altamente
recomendado para todos aquellos que piensan que Juan Ramón es sólo
el autor de Platero
y yo, y en
el que descubrirán a un escritor reflexivo, combativo, solidario, y,
ante todo, profundamente humano.
Dos
buenas maneras de aproximarse a la carrera de uno de los grandes
poetas contemporáneos: Salirse
de la fila y
El ojo no
visto del mundo.
Yo que tú no me las perdería.