sábado, 24 de junio de 2017

Oración del desierto



Cierro los ojos y regreso al pasado. Es abril de 1994. Estamos los dos en una pequeña sala de Granada. Sobre un diminuto y destartalado escenario toca una banda. Su nombre es Surfin’ Bichos. Mi mano y la tuya están entrelazadas. El grupo toca la “Oración del desierto”. Siento cómo te estremeces. Todo está por venir. Madre de Dios, Madre de Dios, reza por mí, Madre de Dios.

jueves, 22 de junio de 2017

De cierta utilidad

Si ya no te sirvo
–le dije–
mátame. 


Ella me regaló
la más perversa
de sus sonrisas.


Ni lo sueñes
–contestó-
aún puedes ser
de cierta utilidad.

martes, 20 de junio de 2017

El Amor y la Destrucción




Un día se encontraron
cara a cara
el Amor y la Destrucción.
Se habían citado
en una cafetería de moda
del centro de la ciudad
para tomar un café
y dejar claro,
de una vez por todas,
quién de los dos
era el más fuerte.
Se saludaron con frialdad.
Se sentaron frente a frente.
Se miraron a los ojos.
Se sostuvieron, desafiantes, la mirada.
El Amor pidió un café con leche.
La Destrucción una copa de coñac.
El Amor tomó la palabra.
Expuso sus argumentos.
Los fue desgranando uno a uno.
Habló sin parar de sus muchas cualidades.
Habló, por ejemplo, de la entrega,
de la pasión, de la plenitud
que sólo amando se consigue.
Habló del bienestar supremo
que, en sus propias palabras,
sólo él podía proporcionar.
Habló y habló, sin parar:
de la complicidad,
de la confianza,
de la generosidad.
La Destrucción callaba.
Escuchaba con atención.
Parecía cansada, un poco aturdida.
De repente, empezó a reír,
Los ojos vidriosos y dementes,
el pelo alborotado.
Y dijo:
Sabes que nada de lo que digas
tiene la más mínima importancia.
Al final, siempre, siempre,
siempre, gano yo.
Luego, se levantó,
apuró la copa de coñac de un solo trago
dejó unas monedas sobre la mesa
y se alejó calle abajo,
silbando una melodía pegadiza
que había escuchado
aquella misma mañana en la radio.




domingo, 11 de junio de 2017

Ascensión Mendieta: la luchadora incansable

A día de hoy Ascensión Mendieta tiene 91 años. Es una anciana de mirada limpia y voz hermosa, que emociona hasta las lágrimas cuando uno se para a escucharla. Hemos tenido ocasión de verla más de una vez en la televisión, sobre todo en el programa de El Gran Wyoming. Desde los 13 años ha sido huérfana de padre.
Su padre no murió de cáncer, ni de tuberculosis, ni en un pozo minero, ni se cayó de un andamio. Su padre, como el padre de miles de niñas y niños españoles, fue fusilado por los fascistas de su pueblo. Se llamaba Timoteo Mendieta. Ocurrió un lejano 15 de noviembre de 1939. Lo enterraron al día siguiente en una fosa común en el cementerio de Guadalajara, como si fuese un perro, con otros como él: sindicalistas, comunistas, socialistas, anarquistas, antifascistas.
El padre de Ascensión se ganaba la vida como carnicero y su delito fue pertenecer a la UGT. Vivían en Sacedón, un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara. Estaba casado con María, cuyos padres eran de derechas y no veían con buenos ojos que su hija se casara con un rojo. La pareja tuvo siete hijos. El día que lo mataron, el más pequeño era apenas un bebé.
Ascensión se ha pasado media vida suspirando por encontrar los restos de su llorado y añorado padre. Hasta el año 2012 siempre que salía en televisión o siempre que había una manifestación a favor de la Memoria Histórica, la acompañaba su hermana Paz. Su hermana murió, pero ella continuó con su lucha, con más ahínco, si cabe. Y ahora, por fin, lo ha conseguido. Han aparecido los restos de su padre.  Y ello a pesar del estado español que nunca, bajo ningún concepto, la ha ayudado. Más bien todo lo contrario. Le han puesto todos los impedimentos que han podido y alguno más, han zancadilleado su búsqueda, la han boicoteado. En más de una ocasión hemos escuchado a algún miembro del gobierno de Mariano Rajoy manifestar que se sienten orgullosos de que nunca han destinado un euro a la partida de Memoria Histórica, incumpliendo las leyes que tanto dicen defender y acatar. Hasta que apareció en su vida la jueza argentina María Servini de Cubría y se puso manos a la obra para reparar una injusticia histórica sin parangón: investigar los crímenes atroces del franquismo.
Durante las tres semanas que han durado los trabajos de exhumación, Ascensión ha ido cada día al cementerio de Guadalajara, esperando con anhelo que los restos mortales de una de aquellas personas fuesen los de su padre. Al final ha habido suerte. Ahora podrá cumplir su máxima aspiración: ser enterrada con él el día que ella muera.
Los trabajos de exhumación se han llevado a cabo con el dinero que ha puesto la gente, pues como ya hemos señalado, no ha habido ni un solo euro de ayuda pública. Sin embargo, han llegado aportaciones particulares de personas de diferentes lugares del mundo comprometidas con la recuperación de la Memoria Histórica y con la lucha antifascista. Ejemplar ha sido la contribución de seis mil euros hecha por el sindicato de electricistas noruegos. Cuando se entraron de la historia de Ascensión quedaron profundamente conmovidos por su entereza y por su dignidad, por su inagotable fuerza de voluntad, por el amor eterno que siente por su padre.

jueves, 8 de junio de 2017

Valderas II: el retorno

No sé si os habéis enterado (yo lo acabo de hacer) de que regresa Diego Valderas. El que fuera presidente del Parlamento andaluz y Vicepresidente sin funciones del Gobierno de Griñán, primero, y Susana Díaz, después, regresa a lo que más le gusta: vivir del erario público. Este es, en mi opinión, uno de los personajes más maquiavélicos de la política española. Su ambición llevó a IU a entrar en un gobierno que perjudicó a la organización enormemente, haciéndoles perder credibilidad a manos llenas. Ahora Susana Díaz le ofrece un puesto de comisario de la Memoria Histórica, un caramelito envenenado para dar por culo a Antonio Maíllo y a IU, para meter cizaña y para joder, que es, en definitiva, el deporte favorito de Susanita. Y el Valderas, que pierde el culo por pillar cacho, acepta convencido de que está ahí por sus méritos, que por cierto, brillan por su ausencia. Este es el nivel de la política andaluza. Así nos va.

domingo, 4 de junio de 2017

La gran mamarrachada de la medalla a la virgen

Hace falta ser un tonto del culo para darle una medalla a la virgen. Y me da igual que lo haga un ministro beato y facha del PP o un alcalde progre y graciosillo de Podemos. No existe justificación para semejante despropósito. Se pueden buscar todas las excusas que uno quiera: que si el pueblo así lo quiere, que si seis mil firmas nos lo exigen, que si nuestros afectos, que esto no tiene nada que ver con la religión, que si patatín, que si patatán. Pero no hay justificación racional para eso. Concederle una medalla de la ciudad o cualquier otro título de esas características a una virgen o a un santo o a cualquier otro ente (no se me ocurre ni un término para denominarlos) del estilo es, simple y llanamente, una solemne estupidez, que además nos retrotrae a otros tiempos, oscuros y supersticiosos, en los que hacer cosas de ese tipo, o sea, concederles medallas a las vírgenes o sacar a la calle procesiones para que lloviera, era el pan nuestro de cada día.
No encuentro ninguna diferencia entre lo que ha pasado en Cádiz con la medalla de la virgen y lo que pasó en Semana Santa con las banderas a media asta en los cuarteles españoles por la muerte de Cristo. Si lo de los cuarteles me resultaba ridículo, lo de la medalla a la virgen me resulta, directamente, cómico. Por mucho que se empeñen Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Teresa Rodríguez y la plana mayor de Podemos. Por cierto, querida Teresa, párate a pensar un par de minutos algo tan simple como que las leyes prevalecen sobre los afectos.
A mí todo esto me produce vergüenza ajena. Ver que pasan los años, las décadas, y seguimos con la misma cantinela, con las mismas estupideces, con los mismos mamones controlando el cotarro aunque vengan con otros disfraces. Si al final todo es lo mismo, y van a acabar dándole títulos honoríficos a la virgen ¿qué importa quién gobierne? Cada día tengo más claro que lo de Podemos ha sido un bluff absoluto, palabrería barata y huera, con su puesta en escena, y su atrezzo para confundir al personal. Los de Podemos carecen del valor necesario para cambiar la sociedad. O simplemente, no entra en sus planes cambiarla. Es así de simple. Nos han engañado. Pero al final, como cantaba Bob Marley, puedes engañar a unos pocos, durante un tiempo, pero es imposible engañar a todos, todo el tiempo. Entono un mea culpa. En las últimas elecciones autonómicas voté a Teresa. Y en las últimas generales vote a Unidos Podemos. Lo hice sin ningún convencimiento, pero, al fin y al cabo, lo hice. Pero no volverá a ocurrir. Ni loco. En las próximas elecciones me quedaré en mi casa, y no participaré de más mamarrachadas. Porque al fin y al cabo, lo de ponerle una medalla a la virgen, en Cádiz, en Barcelona o en Seattle, no es más que eso, una descomunal mamarrachada, o sea, “una acción ridícula, desacertada y desconcertante.”  Y los que hacen mamarrachadas son, en Cádiz, Barcelona o Seattle, mamarrachos.