domingo, 11 de junio de 2017

Ascensión Mendieta: la luchadora incansable

A día de hoy Ascensión Mendieta tiene 91 años. Es una anciana de mirada limpia y voz hermosa, que emociona hasta las lágrimas cuando uno se para a escucharla. Hemos tenido ocasión de verla más de una vez en la televisión, sobre todo en el programa de El Gran Wyoming. Desde los 13 años ha sido huérfana de padre.
Su padre no murió de cáncer, ni de tuberculosis, ni en un pozo minero, ni se cayó de un andamio. Su padre, como el padre de miles de niñas y niños españoles, fue fusilado por los fascistas de su pueblo. Se llamaba Timoteo Mendieta. Ocurrió un lejano 15 de noviembre de 1939. Lo enterraron al día siguiente en una fosa común en el cementerio de Guadalajara, como si fuese un perro, con otros como él: sindicalistas, comunistas, socialistas, anarquistas, antifascistas.
El padre de Ascensión se ganaba la vida como carnicero y su delito fue pertenecer a la UGT. Vivían en Sacedón, un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara. Estaba casado con María, cuyos padres eran de derechas y no veían con buenos ojos que su hija se casara con un rojo. La pareja tuvo siete hijos. El día que lo mataron, el más pequeño era apenas un bebé.
Ascensión se ha pasado media vida suspirando por encontrar los restos de su llorado y añorado padre. Hasta el año 2012 siempre que salía en televisión o siempre que había una manifestación a favor de la Memoria Histórica, la acompañaba su hermana Paz. Su hermana murió, pero ella continuó con su lucha, con más ahínco, si cabe. Y ahora, por fin, lo ha conseguido. Han aparecido los restos de su padre.  Y ello a pesar del estado español que nunca, bajo ningún concepto, la ha ayudado. Más bien todo lo contrario. Le han puesto todos los impedimentos que han podido y alguno más, han zancadilleado su búsqueda, la han boicoteado. En más de una ocasión hemos escuchado a algún miembro del gobierno de Mariano Rajoy manifestar que se sienten orgullosos de que nunca han destinado un euro a la partida de Memoria Histórica, incumpliendo las leyes que tanto dicen defender y acatar. Hasta que apareció en su vida la jueza argentina María Servini de Cubría y se puso manos a la obra para reparar una injusticia histórica sin parangón: investigar los crímenes atroces del franquismo.
Durante las tres semanas que han durado los trabajos de exhumación, Ascensión ha ido cada día al cementerio de Guadalajara, esperando con anhelo que los restos mortales de una de aquellas personas fuesen los de su padre. Al final ha habido suerte. Ahora podrá cumplir su máxima aspiración: ser enterrada con él el día que ella muera.
Los trabajos de exhumación se han llevado a cabo con el dinero que ha puesto la gente, pues como ya hemos señalado, no ha habido ni un solo euro de ayuda pública. Sin embargo, han llegado aportaciones particulares de personas de diferentes lugares del mundo comprometidas con la recuperación de la Memoria Histórica y con la lucha antifascista. Ejemplar ha sido la contribución de seis mil euros hecha por el sindicato de electricistas noruegos. Cuando se entraron de la historia de Ascensión quedaron profundamente conmovidos por su entereza y por su dignidad, por su inagotable fuerza de voluntad, por el amor eterno que siente por su padre.

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