domingo, 12 de noviembre de 2017

Sagrario Manrique, poemas que esconden la verdad

Cae en mis manos, estos días, Arderás entre todas las mujeres, el primer libro de poemas de Sagrario Manrique, editado por Amargord Ediciones en su colección “helado de mamey punto verde”. (Aprovecho para hacer un inciso: Amargord Ediciones está publicando hoy por hoy la poesía más arriesgada, más original y más auténtica del estado español y Chema de la Quintana, factótum de la editorial, está dando oportunidad a voces que, de otra manera, tendrían todas las puertas cerradas a cal y canto en el conservador mundo de la poesía española. Dicho queda.)
Pero vayamos a lo que nos interesa, que no es otra cosa que los 27 poemas que conforman Arderás entre todas las mujeres, ópera prima de esta autora aragonesa. Sagrario Manrique es, en mi opinión, una poeta muy original, que bebe de diferentes fuentes (encuentro entre sus versos ecos de autoras contemporáneas como la burgalesa Begoña Abad o la onubense Eva Vaz, entre otras) pero, a la postre, ha sabido imprimir a sus poemas un marcado tono personal.
Se abre este primer libro de Sagrario Manrique con un poema realmente impactante: “La primera vez / que eché un polvo / era casi una niña.”, nos dice su autora en un tono absolutamente confesional. Y este mismo poema termina con estos versos: “Entendí / que estaría sola. / Siempre / Defendiéndome / de los hombres / y de las mujeres.” Toda una declaración de principios.
Los poemas de Sagrario Manrique suenan como gritos desgarradores que brotan de una garganta que se indigna al ver a su alrededor tanta violencia dirigida contra las mujeres, contra las niñas y los niños, violencia que se da no sólo en el ámbito doméstico, sino también en muchas ocasiones en los medios de comunicación, en determinado estamentos políticos, en el ámbito laboral, etc.
La primera cualidad que ha de poseer un libro de poemas para que me atraiga poderosamente (iba a escribir para que me guste, pero reducirlo todo a una cuestión de gustos, sería quedarse sólo en la superficie) es que me zarandee por dentro, que me haga estremecer, que las palabras que contenga, las imágenes, las metáforas, no me dejen indiferente. Lo versos breves –apenas dos o tres palabras cada uno- pero poderosos como una erupción volcánica de Sagrario Manrique poseen esta cualidad. Porque en estos poemas hay pasión y dolor y fuerza y fluidos corporales y denuncia y soledad y miedo y somníferos y amantes marxistas y amor sin sexo y sexo sin amor y músicos de jazz y aspereza y soledad y tristeza y rabia, mucha rabia, rabia a espuertas, entre otras cosas. Y también hay verdad, cantidades ingentes de verdad, una verdad que, nos guste o no, deja un regusto agridulce en el lector o la lectora que se aproxime a ellos.
Básicamente, los poemas de Arderás entre todas las mujeres son de dos tipos. Por un lado están los que coquetean con el realismo sucio, a la manera de una Lorrie Moore o una Amy Hempel, algo que me ha sorprendido y me ha encantado al mismo tiempo. Por otra parte, están aquellos poemas cuya temática gira alrededor de esa lacra social que es la violencia contra la mujer, que no es otra cosa que un tipo de terrorismo de consecuencias devastadoras. Y sin embargo, la autora ha sabido convertir en poesía hechos tan dramáticos, tan duros, tan demoledores como pueden ser el asesinato de una mujer indefensa a manos de quien, una vez, le dijo que la amaba. Y eso es algo que no todos los poetas, ya sean hombres o mujeres, son capaces de hacer.
Si viviésemos en un mundo justo, al final de año, cuando se hacen todas esas listas con los mejores libros de poesía, y se otorgan los premios, este libro estaría en los puestos de cabeza de todas esas listas. Porque es un libro magistral. Porque es un libro sincero. Porque es un libro que emociona. Porque muy poca poesía se va a publicar este año en este país mejor que la que contiene Arderás entre todas las mujeres. Pero como vivimos en un mundo chapucero y cutre, este libro quedará como un secreto dentro de lírica española, mientras que los premios caerán del lado de algún espantapájaros del establishment cultural.

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